El mundo del deporte tiene estas cosas. Las grandes estrellas, siempre envueltas de lujo, contratos millonarios, glamour y costosas campañas de publicidad, también tienen su lado humano (unos más que otros) y, de vez en cuando, bajan del Olimpo para entremezclarse con los vulgares humanos.
Dos historias llegan hasta nuestras manos. Ambas relacionadas con dos superestrellas del deporte: el golfista Tiger Woods y el jugador de la NBA Devin Harris.
Atendiendo a sus compromisos con sus principales patrocinadores, Tiger Woods hizo de caddie durante nueve hoyos del ganador de un concurso por Internet, John Abel. Sin ningún tipo de problemas, el astro norteamericano se enfundó un chaleco verde, cogió la bolsa con los palos y condujo el kart a través del campo sur de Torrey Pines, el mismo en el que ha conseguido seis trofeos del Buick Invitational o el último US Open que adorna sus repletas vitrinas de trofeos.
Todo fue diversión y buenos consejos por parte de Woods. Sencillo, transparente y agradable, “un hombre con los pies en la tierra” como lo definió el afortunado ganador del trofeo, que, sin embargo, no dejó de temblar y sudar a lo largo de todo el recorrido. ¿Por qué? Imagínense a ustedes mismos montados en un Fórmula 1 mientras el mismísimo Fernando Alonso les está cambiando las ruedas y limpiando la visera de su casco, todo ello en medio de una nube de fotógrafos y cámaras de televisión. Estoy seguro de que a mí se me calaría el bólido cuando me diesen la señal de salida. Pues lo mismo al bueno de John Abel al lado de Tiger Woods.
El otro caso es el del baloncestista Devin Harris, base escolta de los New Jersey Nets. Durante una estancia en Londres, aprovechando sus largas vacaciones estivales, se acercó a un campo callejero a echarse unas canastas con los aficionados allí presentes. En un momento dado se le acercó un tipo blanco, delgaducho aunque bastante alto y se dispuso a jugar con él al mejor de tres canastas. El resultado lo han visto ya más de cuatro millones de personas a través de Youtube.
Después de un primer fallo por parte de la estrella (seguramente a propósito, ya que estaba bastante confiado en sus posibilidades) cogió el balón nuestro protagonista, Stuart Tanner. En la primera jugada, el aficionado hizo un amago, reculó hacia atrás y tiró desequilibrado a lo Michael Jordan. Resultado: canasta.
Vuelve a coger el balón con el NBA muy atento, dándolo todo de sí. Dos, tres, cuatro botes y amagos, cañito a través de las piernas y bandeja forzada. Resultado: canasta y victoria. Stuart coge el balón y sale corriendo con un poseso. Su hermano Greg lo ha grabado todo a través de un móvil para, posteriormente subirlo a la red.
Aun sin salir de su asombro, la estrella de la NBA se acerca a él y, en la conversación que mantienen, demuestra que también él es una persona de este mundo, reconociendo que su hermano le había sabido engañar: “Tío, ¿viste lo rápido que era? Me timó en mi propio terreno. Deberíamos ficharle para la NBA esta misma noche” dijo, aunque, a pesar de esbozar una sonrisa, se le notaba un poco “mosqueado”. Si pueden, no se pierdan el vídeo.
Estas dos estrellas del deporte volverán pronto a su vida de constante lujo, de ir y venir a bordo de aviones privados y hoteles de cinco estrellas, de firma de autógrafos y entrevistas en exclusiva, pero en sus ratos libres han demostrado que pueden ir por la vida como uno más, haciendo felices a dos aficionados que, al día siguiente, podrán alardear de ello en sus trabajos.
Entre las superestrellas del deporte abundan los tipos vanidosos, creídos y estúpidos. Estos dos no son así. Afortunadamente.
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