Durante estos días se está celebrando en el Centro de Convenciones Internacional de Barcelona, el Congreso Mundial de la Conservación, con la asistencia de más de 8.000 personas de todo el mundo, entre ministros, expertos en biodiversidad, oficiales de las Naciones Unidas, miembros de ONG, científicos y hombres de negocios.
Durante diez días estudiarán los problemas más acuciantes para nuestro planeta e intentarán ponerse de acuerdo en encontrar las mejores soluciones posibles. Sinceramente, deseo que la luz divina les ilumine y que este Congreso, a diferencia de muchos otros que no sirven para nada, sea el inicio de la recuperación de nuestro mundo.
Un detalle nos ha llamado la atención en este congreso: el uso de un sofisticado sistema de contenedores para que los asistentes depositen los residuos que generen para facilitar su posterior reciclaje.
El habitual cubo de basura se ha convertido para la ocasión en un conjunto de seis contenedores. El ya habitual amarillo para el plástico, el azul para el papel, uno naranja para los residuos orgánicos, verde para el cristal, mostaza para los metales como el aluminio y otro marrón para lo que no encaja en los otros cinco contenedores.
Es decir, sólo lo que caiga en el contenedor marrón irá a parar a los vertederos tradicionales y no a las plantas de reciclaje.
Es la primera vez que se distinguen las latas de refrescos, que van a parar al mostaza como aluminio, de los briks y recipientes plásticos que, como siempre, irán a parar al contenedor amarillo.
Suponemos que este sistema de separación de basuras será muy alabada por los asistentes al congreso, pero, ¿este sistema puede funcionar con el resto de los humanos?
Me explico; a la población le cuesta mucho tiempo asimilar los cambios en su vida cotidiana. Todavía existen dificultades para separar los residuos entre los cuatro contenedores actuales: vidrio, papel, envases y general. Yo creo que aunque pusiésemos quince contenedores distintos en las calles, el principal problema continuaría siendo la falta de información y de concienciación.
Sin ir más lejos, este verano estuve precisamente en Barcelona y me fije, en la estación de trenes de Sants, que las papeleras estaban divididas en tres compartimientos: envases, papel y general. Pues bien, aparte de estar completamente llenas (falta de mantenimiento adecuado), la gente no acertaba en la mayoría de las ocasiones. El 90% de esos errores era ocasionado por la dejadez y la falta de concienciación ecológica de las personas, pero el resto, ese 10%, eran personas mayores o extranjeros que desconocían cual era el sitio adecuado para depositar los restos. No podremos reciclar el papel que depositan nueve personas en el contenedor azul si cuando llega la décima deposita los restos grasientos de su comida.
Se debería aumentar la información en los espacios públicos (y en diferentes idiomas) sobre los diferentes contenedores para depositar los restos y también emprender intensivas campañas de concienciación, a través de los medios de comunicación, por parte de las autoridades.
Cuando hablo de estos temas siempre me viene a la mente el anuncio de una conocida marca de refrescos en el que los operarios de la limpieza se llevaban detenidos a los vecinos que no separaban bien sus residuos. Tampoco vamos a llegar a eso, pero tenemos que mejorar mucho para hacer más habitable nuestro planeta.
Porque si no, mucho me temo que los únicos que acertarán con los contenedores serán los asistentes al Congreso mundial de Conservación de Barcelona.
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