lunes, 9 de febrero de 2009

¿España sigue los pasos de California?

¿Conocen ustedes algún sector económico que aun no se haya quejado ante la situación de crisis que atravesamos? Pues díganmelo porque yo no.
Todos lo estamos pasando mal y, ante las dificultades, lo primero que se le ocurre a todo el mundo es pedir la ayuda del gobierno. Ya sean los autónomos, los agricultores, los transportistas, los comerciantes, el sector financiero, el turístico, el automovilístico o el naval, todos piden la ayuda urgente de “papá” estado. Y no nos damos cuenta de que en realidad, como ya decía el anuncio, “el Estado somos todos”: las ayudas que se concedan hoy, las pagaremos mañana y, si no nos da tiempo a liquidarlas, las dejaremos en herencia a nuestros hijos y nietos.

Nuestro gobierno, desbordado por la situación (como ya todos reconocen, hasta el Grupo Prisa), da palos de ciego, intentando apagar los fuegos que, en más de una ocasión, ha propiciado. Sus medidas para capear la crisis han sido tan estrambóticas como ineficaces, gastando el dinero de todos a raudales. No entraremos en ejemplos porque agotaríamos el espacio disponible en el blog.

Pero, ese dinero no es infinito y, aunque nadie se lo quiera creer, algún día se terminará y el estado entrará en quiebra.
¿Qué pasará entonces? Veamos lo que está ocurriendo en otros puntos del planeta donde la crisis empezó antes. Así podremos hacernos una idea de hacia dónde nos encaminamos.

El estado de California, el más poblado de los Estados Unidos (si fuese independiente sería el octavo país por PIB del mundo), está a punto de entrar en quiebra. Tienen un déficit de 42.000 millones de dólares y una falta de liquidez alarmante.

Ante la amenaza de la suspensión de pagos, sus mandatarios se han puesto manos a la obra y, visto que no pueden recaudar más vía impuestos, se han decidido a recortar gastos (imaginen; ¡un político recortando gastos!, inaudito) para reducir el presupuesto en 6.000 millones de dólares. Vamos a ver como esperan conseguirlo:
- 107 millones mediante la reducción del 3% en el pago de la ayuda a los californianos con parálisis cerebral, autismo, epilepsia y retraso mental (el año pasado atendieron a 230.000 personas).
- 417 millones rebajando las ayudas a la compra de libros de texto en las escuelas.
- 277 millones recortando las partidas para mantenimiento de edificios escolares, ayudas a los estudiantes más necesitados y promoción del desarrollo profesional y formación de docentes.
- Cancelar la subida de la inflación (3%) que se tendría que aplicar al pago de subsidios del “programa del estado de bienestar”. O sea, rebajar en un 3% estas ayudas.
- Reducir al máximo la subvención mensual para personas con bajos ingresos, discapacitados y ciegos.
- Los funcionarios públicos tendrán que coger, de forma obligatoria, al menos dos días de vacaciones al mes sin derecho a remuneración.
- Emisión de pagarés con valor monetario para que puedan ser utilizados como forma de pago. Es decir, a partir de ahora las devoluciones de impuestos y pago de subvenciones los harán con “papelitos” de promesa futura de pago, provenientes de una administración a la que las agencias de calificación de deuda han rebajado su categoría a F2, “bono basura”. Toda una garantía.
Todas estas medidas se toman desde el acuerdo entre los dos partidos, demócrata y republicano (imaginen cómo estarán).

No nos equivoquemos, el dinero del que dispone cada estado tiene un límite y, sobrepasado este, tienen que recortar gastos. Primero lo harán con algunos gastos superfluos (que no se deberían de producir ni en épocas de bonanza), continuarán con las inversiones en infraestructuras (frenando con ello al sector de la construcción y, de paso, a toda la economía), seguirán con los gastos administrativos y acabarán reduciendo (si no eliminando) las prestaciones sociales, ya sean sanitarias, educativas o asistenciales. Si ni siquiera así logran salir del atolladero, es posible que hasta se rebajen sus sueldos.
Aquí, en Europa, nos vanagloriamos de tener unas prestaciones sociales superiores a las que se ofrecen en los Estados Unidos. Por lo tanto, en caso de aprieto, más recorrido para recortar gastos y salvar el déficit.
Nos guste o no, solemos imitar (tanto lo bueno como lo malo) todo lo que ocurre en el país norteamericano con un tiempo de demora. A fecha de hoy ya estamos en recesión, tenemos déficit público, deuda galopante y rebaja de categoría por parte de las agencias de calificación. ¿Continuaremos siguiendo los pasos de California?

No permitamos que nuestro gobierno, atolondrado con la crisis, derroche nuestro futuro, porque las consecuencias de todo ello las pagaremos, más pronto que tarde, cuando acudamos a un hospital o enviemos a nuestros hijos a la escuela.

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