Una reciente encuesta publicada en Cataluña reflejaba que más de la mitad de los ciudadanos desconocía qué partidos componían el tripartito que los gobierna desde hace ya seis años. También es sabido que, cuando se realizan encuestas en la calle difícil es encontrar a tres personas seguidas que reconozcan acertadamente a los líderes de Izquierda Unida, Convergencia i Unió, el Partido Nacionalista Vasco o al Presidente de su Comunidad Autónoma, por poner sólo unos ejemplos. Y es que, realmente, no votamos a políticos, sino que votamos a favor de unas siglas políticas concretas... o más bien, la mayoría de las veces votamos en contra de otras; no nos importa quien gane siempre que pierda este o aquel partido. Como en el fútbol, nos alegramos más de la derrota ajena que de la victoria propia.
Y así nos luce el pelo con nuestros gobernantes.
Pongamos el ejemplo del Presidente de la Comunidad Gallega, Emilio Pérez Touriño. Llegó al poder hace cuatro años gracias a su coalición (posterior a las elecciones) con el Bloque Nacionalista Gallego de Antxo Quintana. Tras tropecientos años en el poder, el Partido Popular perdió la mayoría absoluta por un puñado de votos y pasó a la oposición. Dentro de dos semanas, los gallegos vuelven a las urnas.
¿Qué ha pasado en estos cuatro años? ¿Ha mejorado Galicia?
Los gallegos lo sabrán, indudablemente, mejor que yo. Simplemente me baso en datos estadísticos y éstos reflejan que Galicia continúa igual que hace cuatro años. Igual de mal me refiero. El anterior presidente, Manuel Fraga, después de casi dos décadas en el poder, dejó a Galicia anclada en el furgón de cola del desarrollo en España. Después de cuatro años de mandato de Touriño, continúan siendo una región desfavorecida. Ha basado su política en una populista inmersión lingüista que no da de comer a los gallegos.
Aparte, sus formas no han resultado del todo “apropiadas” y, últimamente y en plena recesión económica, sus gastos y dispendios están dando mucho que hablar.
No hace mucho nos enteramos de su predilección por los coches alemanes, más concretamente por los Audi. Cuatro posee como presidente gallego y el último que ha comprado debe ser espectacular: 480.000 euros les ha costado a los gallegos.
Tampoco es desdeñable el gasto en reformas que ha efectuado en la sede de la Xunta del Pazo de San Caetano: cuatro millones de euros en tres salas de juntas. Podría estar justificado si las obras fuesen muy complicadas, pero viendo en que se ha ido el presupuesto… no se, juzguen ustedes mismos: 19 sillas de 2.260 euros cada una, 18 sillas también de 1.960 la unidad, una mesa de más de 26.000 euros, ventanales que se oscurecen con un mando a distancia 170.000 euros, jardín interior privado… debe haber quedado precioso, pero ¿es preciso al reunirse sentarse sobre una piel exquisita?
En otros países con diferente cultura democrática, hechos como los anteriores llegarían a suponer el ingreso en prisión o, como mínimo, que el político engrosase las nutridas filas del paro. En España no. Según las últimas encuestas publicadas, Touriño repetirá los resultados de hace cuatro años e, incluso, mejorará en algún escaño.
Con todo lo dicho, no les estoy sugiriendo que voten al “otro” partido. ¡Ni mucho menos! Visto lo que les está pasando en las últimas semanas, tampoco pueden poner la mano en el fuego por ninguno de sus integrantes. Lo único que quiero denunciar es la actitud, y poca aptitud, que demuestran la mayoría de los políticos. Saben que, hagan lo que hagan, tienen “Patente de Corso” y saldrán reelegidos. Aprovechan nuestra debilidad, nuestras reticencias a la hora de cambiar el voto, nuestras creencias de que “más vale malo conocido que bueno por conocer”, nuestra nefasta memoria a la hora de recordar todas sus fechorías… resumiendo, nuestra poca cultura democrática.
Con todo lo dicho, no les estoy sugiriendo que voten al “otro” partido. ¡Ni mucho menos! Visto lo que les está pasando en las últimas semanas, tampoco pueden poner la mano en el fuego por ninguno de sus integrantes. Lo único que quiero denunciar es la actitud, y poca aptitud, que demuestran la mayoría de los políticos. Saben que, hagan lo que hagan, tienen “Patente de Corso” y saldrán reelegidos. Aprovechan nuestra debilidad, nuestras reticencias a la hora de cambiar el voto, nuestras creencias de que “más vale malo conocido que bueno por conocer”, nuestra nefasta memoria a la hora de recordar todas sus fechorías… resumiendo, nuestra poca cultura democrática.
El día en que dejemos de votar al candidato de nuestro partido político preferido (porque lo haya hecho rematadamente mal) aunque con ello le entreguemos el poder a ese partido que tan poco nos gusta, otro gallo cantará.
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