miércoles, 25 de febrero de 2009

Una cacerola para conectarse a Internet

La idea es simple, y, como casi todas las ideas simples, efectiva.
Se le ocurrió a Onno Purbo, gurú indonesio de las telecomunicaciones, en el año 2007: la “wajambólica”. ¿Qué es esto?

Se trata de una rústica antena parabólica construida a partir del wajan, una olla tradicional indonesia similar al wok. Cogen el wajan y lo atraviesan con un segmento de tubería de PVC con un adaptador WiFi USB embutido en su interior. Se conecta a un ordenador y a recibir Internet difundido por la antena de una radio local.
Así de sencillo y de efectivo: con una sola suscripción a Internet se beneficia toda una comunidad.
La iniciativa está empezando a calar en las zonas rurales y empobrecidas de la isla de Java, donde la conexión a Internet más barata supone un tercio del sueldo medio de la región. Una decena de pueblos y varios centros educativos y universidades ya cuentan con “wajambólicas”.

Indonesia es un país con graves carencias en infraestructuras con cerca de cien millones de personas viviendo por debajo del umbral de la pobreza. En total, el país cuenta con 25 millones de internautas, el 10% de la población total, y de ellos, apenas 241.000 disponen de banda ancha. En este contexto, la popularización de estos “artefactos” está, prácticamente, asegurada.
Las comunidades que ya disfrutan de ellas están notando un cambio espectacular en sus vidas. Se empieza a posibilitar la comunicación entre sus miembros, lo que está fomentando la creación de contenidos propios, tanto en formato escrito como audiovisual y está arrastrando a los gobiernos locales a informar a sus ciudadanos sobre las decisiones que les afectan, haciendo más transparente la política local.

Ya sabemos que el coste de recibir e intercambiar información en las comunidades con escasos medios es demasiado alto. Con estas antenas se consigue que la información llegue al mismo tiempo a todos, ya sean ricos o pobres, fomentando la distribución del conocimiento.
Tiene todos los ingredientes para ser un éxito y puede resultar un buen método para que las comunidades más pobres de Indonesia, y de cualquier otro país, no se queden al margen de la “sociedad de la información”.

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