El otro día, escuché a un hombre (supongo que en broma) decirle lo siguiente a su acompañante: “Está la cosa tan mal que mi mujer se ha ido con uno y yo he tenido que ir con ellos”.
Efectivamente, las cosas en el mundo de la economía (y por consiguiente, en el mundo en general) se están poniendo muy complicadas. Nadie conoce cuando tocará fondo esta crisis ni si cuando lo haga, continuará excavando hacia abajo. Y claro, nadie se atreve a gastar ni un mísero euro en algo que no sea imprescindible para subsistir. Como diría aquel otro: “ya no compra ni el que sabe que no va a pagar la factura”.
Efectivamente, las cosas en el mundo de la economía (y por consiguiente, en el mundo en general) se están poniendo muy complicadas. Nadie conoce cuando tocará fondo esta crisis ni si cuando lo haga, continuará excavando hacia abajo. Y claro, nadie se atreve a gastar ni un mísero euro en algo que no sea imprescindible para subsistir. Como diría aquel otro: “ya no compra ni el que sabe que no va a pagar la factura”.
Y es en estos momentos de crisis cuando surgen emprendedores con ideas nuevas que no se resisten a quedarse con los brazos cruzados mientras cambia la situación.
En todos los oficios está ocurriendo, pero hoy vamos a referirnos a las iniciativas que están surgiendo en el mundo de la hostelería y la restauración.
En Barcelona, José María Cañellas, que regenta una franquicia de “Tapasbar” en la calle Consell de Cent, ha decidido ofrecer cafés a sólo 50 céntimos, cortados a 70 céntimos, cafés con leche a 90 céntimos o "bocatines" a un euro, además de menús a 5 euros para jóvenes, consistentes en un plato de carne o pescado más pan y bebida. Según el propio Cañellas reconoce "buscamos la solidaridad, estar con nuestro público habitual y pasar un año buscando cómo ser útiles a nuestros clientes. Ya vendrán tiempos mejores". De momento, la clientela está respondiendo.
También en Barcelona, y muy cerca del anterior, se encuentra "Ca la Nuri", regentado por Jordi Noguera. Acuciado por la falta de clientes entre semana para cenar, ha tenido que recortar gastos (y por desgracia, personal) y ahora promociona cenas con un 50 por ciento de descuento los martes y miércoles de febrero y marzo, bebida aparte. Sus ventas han aumentado esos días un 200% y, aunque los ingresos son menores, sirven para cubrir gastos y poder tener abierto el resto de la semana, manteniendo con ello los puestos de trabajo que aun proporciona.
Cambiando de ciudad, nos dirigimos a Valladolid. Allí un argentino afincado desde hace varios años en la ciudad y propietario del restaurante “A Dios pongo por testigo” ha decidido que sean los propios clientes los que decidan cuanto deben pagar por lo que han comido. No le va mal; de tener una media de diez comensales ha pasado a superar los ochenta. Y no se crean que la gente deja la calderilla al salir: según el propio Gómez la gente es justa y generosa. Aunque el mismo reconoce que “no somos una ONG y, si me va mal, no se mantendrá”
Iniciativas como estas abundan por toda la geografía española. Ofertas puntuales de cafés a un euro, caña y tapa a un euro también, menú diario a tres euros o, incluso, celebraciones festivas con numerosos comensales a diez o quince euros por persona, ya no son extrañas de encontrar.
Sin embargo, ninguno ha llegado tan lejos como el dueño de una cafetería del estado de Maine, en Estados Unidos. Donald Crabtree acaba de abrir su negocio en una pequeña localidad de 4.500 personas en el estado de Maine y parece que no le va nada mal, pese a la oposición inicial de sus habitantes.
Crabtree ha tenido una avalancha de 150 solicitudes de empleo y al final se ha quedado con 10 mujeres y 5 hombres que tienen que cumplir con las normas de la casa: "ser amables y atender a todo el mundo por igual". Eso si, todos ellos tienen que servir las mesas en topless. El negocio le va viento en popa.
No creo que tengamos que llegar al extremo de tener que servir cafés con el torso desnudo, ya sea masculino o femenino, pero si la crisis continua apretando…
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