Considero que la labor de los ecologistas resulta imprescindible. Son esa pequeña “voz de la conciencia” que avisa a la sociedad de los desmanes que está cometiendo con el medio ambiente. Pero esa “voz de la conciencia” no siempre es escuchada y, con el tiempo, se tienden a exagerar los males para lograr ser tenidos en cuenta.
Durante décadas nos han estado avisando de los peligros que suponía el crecimiento desmesurado, el despilfarro de los recursos naturales, la polución que causaban nuestras industrias y nuestros automóviles, los vertidos de productos tóxicos... resumiendo, del destrozo que estábamos ocasionando al planeta. Sin embargo, la respuesta de la sociedad era muy limitada.
Sin embargo, con la llegada del agujero de la capa de ozono las cosas cambiaron. Se dieron cuenta de que la gente reaccionaba ante este problema como nunca antes había ocurrido. Encontraron la forma de que la población les escuchase: metiéndoles miedo. ¡Ya sabían cómo hacerse oír!
Pero el eco entre la sociedad del problema de la capa de ozono era pasajero; tendrían que encontrar otro motivo que hiciese que la gente continuase mentalizada con los temas ecológicos. Y lo encontraron.
Pero el eco entre la sociedad del problema de la capa de ozono era pasajero; tendrían que encontrar otro motivo que hiciese que la gente continuase mentalizada con los temas ecológicos. Y lo encontraron.
Aprovechando un aumento pronunciado de las temperaturas, consiguieron ligarlo con el aumento de las emisiones de CO2 y auguraron un cambio climático de proporciones desconocidas.
Vuelvo a repetir: la labor de los ecologistas resulta imprescindible y comprendo que tienen que encontrar la forma de hacerse escuchar por una sociedad que sólo mira el día a día y a la que le importa más bien poco lo que ocurra más allá de las paredes de su casa.
Pero el asunto se les fue de las manos y, viendo el gran negocio que podía suponer el anuncio del Apocalipsis climático, empezaron a unirse a la causa otros colectivos que pocas veces antes habían demostrado interés por la ecología: científicos de todo tipo, profesores de universidad, políticos de diverso signo... toda una pléyade de ecologistas “de salón” que sólo buscaban la promoción y el dinero.
Las cosas no les fueron mal durante unos años: las temperaturas continuaban elevadas, los políticos veían con esta causa una forma de erigirse en los salvadores del planeta, las empresas comprobaron que con las subvenciones que ofrecían los gobiernos para la energía renovable, podían conseguir pingües beneficios y el resto de la humanidad tenía una razón para preocuparse en medio de la bonanza económica que ha caracterizado estos últimos años.
Pero no hay bien (ni mal) que cien años dure y a los catastrofistas del cambio climático les ha surgido un enemigo inesperado: la crisis económica.
Pero no hay bien (ni mal) que cien años dure y a los catastrofistas del cambio climático les ha surgido un enemigo inesperado: la crisis económica.
Hoy mismo, un centenar de activistas de Greenpeace han bloqueado y se han encadenado el edificio del Consejo de la UE en Bruselas, donde se celebra la reunión de los ministros de Economía, para reivindicar más esfuerzos en la protección del clima.
¿El motivo? Recordarles a los ministros de economía europeos el compromiso que adquirieron en su día con respecto a las medidas a tomar con respecto al cambio climático. Desde las organizaciones ecologistas se están dando cuenta de que empiezan a caer en el olvido.
¿Qué piden? Que se gasten en dinero al que se habían comprometido.
¿Saben cuanto? España tendría que aportar 2.700 millones de euros, Europa en su conjunto 35.000 millones de euros anuales y la cifra global que deberían aportar el conjunto de países desarrollados sería de 110.000 millones de euros. Todo este dinero se usaría en generar energías limpias; reducir la deforestación y sus efectos en las comunidades locales y ayudar a los países en desarrollo a adaptarse a los efectos del cambio climático.
Según Greenpeace, la crisis económica "no puede ser una excusa para evitar los compromisos anteriores”. ¿Seguro que no?
La crisis económica está provocando que todo el mundo se vuelva egoísta y mire por sus intereses. Mantener las pretensiones de hace dos años es entrar en el país de la utopía. Pedirle al mundo (ya sean gobiernos o particulares) que se gasten lo que no tienen, no es realista.
¿Qué piden? Que se gasten en dinero al que se habían comprometido.
¿Saben cuanto? España tendría que aportar 2.700 millones de euros, Europa en su conjunto 35.000 millones de euros anuales y la cifra global que deberían aportar el conjunto de países desarrollados sería de 110.000 millones de euros. Todo este dinero se usaría en generar energías limpias; reducir la deforestación y sus efectos en las comunidades locales y ayudar a los países en desarrollo a adaptarse a los efectos del cambio climático.
Según Greenpeace, la crisis económica "no puede ser una excusa para evitar los compromisos anteriores”. ¿Seguro que no?
La crisis económica está provocando que todo el mundo se vuelva egoísta y mire por sus intereses. Mantener las pretensiones de hace dos años es entrar en el país de la utopía. Pedirle al mundo (ya sean gobiernos o particulares) que se gasten lo que no tienen, no es realista.
Se alzan voces en todo el mundo que empiezan a dudar de la veracidad del cambio climático y que comprueban cómo unos cuantos se han enriquecido con el negocio del miedo. No vale la pena continuar por ese camino, porque la gente no verá con buenos ojos que se gasten miles de millones de euros en investigación contra un supuesto cambio climático, mientras sus economías domésticas sufren duras penurias.
Rectificar es de sabios. Rebajen sus pretensiones y volverán a conectar con la población. En caso contrario, los volverán a catalogar como antaño, “ecologistas radicales”.
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