domingo, 1 de marzo de 2009

Jade Goody, heroína de una mediocre sociedad

Está claro que vivimos en una sociedad en la que los valores cambian constantemente. Lo que antiguamente era alabado, ahora es vilipendiado... y viceversa.
Durante casi todo el siglo XX, las personas estudiosas y eruditas causaban admiración. Eran respetadas y su palabra “iba a misa”. En cambio, a la gente que se dedicaba “a vivir del cuento” se la tenía en poca estima, se huía de ellos y, una vez identificados, solían caer en desgracia. Pero las cosas han cambiado. Miren si no este reciente ejemplo que se ha producido en el Reino Unido.

Ambas son mujeres y han alcanzado la popularidad a temprana edad.
La primera de ellas se llama Gail Trimble, tiene 26 años, está terminando su doctorado en filosofía y se ha hecho popular gracias a un concurso de televisión llamado “BBC to quiz”. Gracias a la inteligencia de esta joven, su equipo de estudiantes del colegio Corpus Christi, de Oxford, ha ganado la final del concurso. Trimble contestó, durante todas las fases, las dos terceras partes de las preguntas acertadas por su equipo.
La segunda se llama Jade Goody y se hizo popular gracias a su aparición en el “gran hermano” inglés. Ahora, ha tenido la desgracia de contraer un cáncer terminal que la ha postrado en la cama de un hospital. En sus últimos días ha decidido casarse con su novio (al que le dieron un permiso especial penitenciario para acudir) y ha vendido la exclusiva de la boda a una revista para donar los ingresos a su familia.

Pues bien, ¿a quién creen que admiran y a quien detestan los ingleses?
A pesar de que en algunos foros a Gail Trimble la llaman “máquina” y “fenómeno”, la mayoría habla de ella como “sosa”, “engreída”, “petulante”, “loca”, “zorra viciosa” o “snob con dientes de caballo”. En cambio, Jade Goody ha logrado paralizar al país con su boda e incluso logró el apoyo moral del primer ministro inglés, Gordón Brown.
Muchos pensarán que este comportamiento se debe a que la compasión por su enfermedad terminal ha hecho mella en el corazón de los ingleses. Pero esto no es cierto ya que, cuando aun no le habían diagnosticado la enfermedad, Jade vendió decenas de miles de libros con su “autobiografía” y los frascos de su “perfume” apenas se podían encontrar en las estanterías de las tiendas. Tampoco estaba enferma cuando firmó un contrato multimillonario para participar en la edición india de “gran hermano”.

Muchos de sus compatriotas se identifican con su ignorancia de la misma forma que aborrecen la erudición de Gail. Admiran que Jade sea hija de padres drogadictos y que acudiera a una escuela pública en la que no logró, ni de lejos, sacarse el graduado escolar y odian que Gail sea una joven de clase media alta, educada en una escuela privada y con unos resultados académicos envidiables.
Jade disfruta mostrando su repertorio de gruñidos racistas mientras Gail se muerde en más de una ocasión la lengua para no parecer demasiado lista. Los tontos deslumbran y los listos se esconden. El mundo al revés.

Pero no se crean que éste es un fenómeno exclusivo del Reino Unido. “Reality´s” hay en todos los países del mundo e ignorancia, también. Se ha publicado una encuesta de la Comunidad de Madrid que refleja el parecer de los profesores con respecto a sus alumnos de último curso de ESO (antiguo bachillerato). Según sus maestros, uno de cada siete alumnos tiene una letra ilegible, un 40% tiene poca motivación para estudiar, un 30% no se esfuerza, un 40% tiene dificultades de concentración y sólo cuatro de cada diez tiene claridad y orden en sus exposiciones.
Consideran que la media de fracaso escolar rondará el 20% y muchos de ellos creen que bastantes alumnos obtienen el Graduado sin estar preparados para ello.
¿A quién creen que admirarán estos chavales, a Jade o a Gail?

Esta es la sociedad de principios del siglo XXI: horas y horas delante del televisor viendo comer pipas a un concursante de cualquier “reality” mientras pasa desapercibido un joven campeón nacional de ajedrez.
Se premia la mediocridad ¿será porque la mayoría nos consideramos así?
Alegrémonos, al menos, al pensar que una joven de 26 años sabe contestar a cualquier pregunta que le formulen. Algo es algo.

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