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Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) el 70% de los españoles sufre niveles de ruido “inaceptables”.
El ruido se convierte diariamente en desagradable compañero de millones de ciudadanos: en el desayuno reciben su particular "buenos días" desde las obras del edificio cercano a su casa, les acompaña por autopistas y carreteras hasta su puesto de trabajo a través de una orquesta de cláxones, gritos e improperios; soportan su estridencia en la oficina donde, en muchas ocasiones, el tono de voz de los compañeros y los sonidos de los cientos de teléfonos apenas permiten concentrarse. Por no hablar de los ruidos que se tienen que soportar en otros trabajos como talleres, fundiciones, obras, fábricas... Y ya cuando conseguimos acostarnos, no faltan los ruidos de los servicios de limpieza nocturnos aderezados por las notas musicales de algunos locales nocturnos o alguna vivienda cercana.
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Para intentar paliar este problema, se aprobó el pasado día 24 un Real Decreto que regulará el nuevo Código Técnico de la Edificación.
La nueva normativa triplica las exigencias de aislamiento acústico de los hogares. Por ejemplo, aumenta las obligaciones de aislamiento en el caso del ruido aéreo (las voces o la televisión del piso contiguo), de modo que paredes y muros tendrán que rebajar ahora en 50 decibelios el ruido que proceda de la vivienda contigua, frente a los 42 decibelios exigidos anteriormente.
En relación con el ruido de los impactos (el que se produce en el piso de arriba cuando un objeto caer al suelo o cuando alguien camina), la norma no permitirá que se oigan más de 65 decibelios, cuando antes el límite estaba en 88 decibelios.
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¡Se acabó escuchar el insufrible taconeo de la vecina de arriba, de oír la televisión de los vecinos sordos de enfrente o de contar las veces que utilizan el inodoro el resto de la comunidad!
El coste de aplicar la nueva normativa se estima en unos 900 euros para un piso de unos 100 metros cuadrados de nueva construcción. Porque ese es el problema: de momento sólo estarán obligados a aplicarla los constructores de viviendas nuevas.
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Nos obligan a gastarnos el dinero en otras cosas mucho menos importantes que la salud. ¿Por qué no una rebaja de los impuestos del hogar para sufragar los costes de insonorización de nuestras viviendas? De paso, se crearían puestos de trabajo.
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