Dos buenas noticias en el sufrido mundo de la ecología ¡por fin!
Por una parte, un juez australiano ha aceptado la demanda de un grupo ecologista y ha prohibido a una empresa japonesa cazar ballenas en la reserva marina de la Antártida.
Se piensa que con esta resolución se siente un precedente que puede llevar al gobierno australiano a tomar medidas más drásticas para evitar que estos balleneros continúen haciendo de las suyas en el continente helado.
Por una parte, un juez australiano ha aceptado la demanda de un grupo ecologista y ha prohibido a una empresa japonesa cazar ballenas en la reserva marina de la Antártida.
Se piensa que con esta resolución se siente un precedente que puede llevar al gobierno australiano a tomar medidas más drásticas para evitar que estos balleneros continúen haciendo de las suyas en el continente helado.
El caso es que como continúa en vigor la moratoria de 1986 que prohíbe la caza de cetáceos con fines comerciales, el sector ballenero japonés achaca a fines “científicos” la caza anual de cerca de mil quinientas ballenas.¿Qué es lo que investigan? ¿Cómo matarlas más rápido? ¿O cómo condimentar mejor su carne? Clama al cielo la desfachatez de las autoridades y empresas japonesas: por supuesto que las matan con fines comerciales.
Y no nos olvidemos de Islandia, que caza unas quinientas con los mismos fines, y de Noruega que, con toda la desvergüenza, es el único país del mundo que autoriza a su flota a cazar ballenas sea cual sea su fin. No estamos hablando de países pobres que matan lo que tienen para no pasar hambre, no, estamos hablando de tres de las naciones más desarrolladas del planeta cuya única necesidad para cazar ballenas es la de hacer negocio y satisfacer los caprichos culinarios de sus habitantes.
Pero no cantemos victoria tan pronto puesto que ahora ha salido el gobierno japonés diciendo que no reconoce que las aguas objeto de esta resolución pertenezcan a la jurisdicción australiana.
Ya veremos como queda, pero el precedente judicial es bueno.
La otra buena noticia es que durante el año que hemos finalizado hace poco, las hectáreas quemadas en incendios forestales han sido la mitad que en el año anterior y la cifra más baja en los últimos diez años. Aún así, han ardido 82.027 hectáreas, es decir, un 0,3% de la superficie de España. Se han producido cerca de 11.000 incendios y casi la mitad de ellos han sido en el noroeste peninsular (Galicia, Asturias, Cantabria, País Vasco y las provincias de León y Zamora). Curiosamente la zona más verde y húmeda de la Península.
Se nota que el verano del año pasado no fue excesivamente tórrido y que los medios para combatir los incendios han ido mejorando. Sin embargo, la cifra es aún altísima y un lujo que no pedemos permitirnos en un país acosado por la desertificación.
Mi voto en las próximas elecciones para el que prometa (y cumpla) un aumento de las inversiones en medios para la lucha contra incendios, el endurecimiento del código penal contra los pirómanos, la no recalificación de terrenos quemados y una replantación masiva y sostenible de nuestros montes. Ya lo saben, que un voto es un voto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario