Bueno, se les ha ido tanto a la ministra Narbona como a todo el gobierno del que forma parte. Y si no me creen lean la siguiente noticia que aparece hoy en los periodicos: “El gobierno trasvasará agua desalada en barcos cisterna desde Almería hasta Cataluña”. Por supuesto que no es el día de los Santos Inocentes, es que ellos son así.
¿Cómo se les ha ocurrido la genial idea?
No soy psicólogo para analizar tan enrevesadas mentes pero los hechos son más o menos los siguientes: En Almería, concretamente en Carboneras, existe una desaladora totalmente infrautilizada; actualmente, apenas se utiliza un 20% del agua que produce por problemas con las conducciones. Para intentar aprovechar el resto de la capacidad, las mentes preclaras del ministerio han pensado en enviarla a Cataluña ya que esta comunidad está falta de tan preciado líquido.
¿Cómo la transportamos? Pues en barco, no la vamos a llevar en botellines.
Pero, maldición, en el puerto de Carboneras no caben estos inmensos buques de suministro que transportarán el agua, así que se han decidido a hacer las obras necesarias para que los barcos cisterna puedan realizar la labor con comodidad. “Apenas” se van a invertir diez millones de euros en ello.
Según la ministra, este plan estará en vigor mientras se construyen las dos desaladoras previstas en Cataluña y se completa la red de tuberías en la provincia de Almería.
Estas dos acciones supongo que se llevarán a cabo en un plazo bastante largo de tiempo ya que si se previese que fuese a corto plazo ¿qué necesidad habría de gastarse diez millones de euros en la obra del puerto de Carboneras?
Analizando un poco el tema ¿cómo se les ocurre acabar una desaladora sin antes tener preparadas las canalizaciones para llevar esa agua a los necesitados campos de la provincia?
Si tanta necesidad de agua existe en Cataluña ¿por qué no hicieron con tanta celeridad las desaladoras allí? ¿Será que allí no las quieren porque son una fuente inagotable de contaminación y de salmuera que degrada el entorno marino?
Es un capítulo más en la desastrosa opereta en que se ha convertido la política del agua de este gobierno. Desde el principio ya se sabía que la derogación del trasvase del Ebro era una medida electoralista y, por lo tanto, ilógica. El tiempo y los hechos empiezan a dar la razón a los que pensaban así. Dejar que el agua dulce vaya a parar al mar para después, unos kilómetros más al sur, recuperarla y, mediante complicados y costosos métodos de desalinización, conseguir que sea otra vez dulce es una incongruencia, se mire como se mire.
Estoy a favor de las desaladoras, siempre y cuando no haya otra forma de llevar agua a una región. Las desaladoras no son ecológicas, que no nos engañen y los perjuicios que provocan superan en muchos casos a sus beneficios.
También soy partidario de un uso responsable y sostenible del agua. Es un bien escaso y debemos conservarlo para el futuro. Pero lo que no se puede es frenar el desarrollo de unas comunidades por el interés y por el capricho de otras.
¿Cuánta energía se habrá usado y cuanto CO2 se habrá lanzado a la atmósfera por cada metro cúbico de agua recogida del mar, desalada y enviada por barco a 800 kilómetros de distancia? ¿Son estas las medidas que piensa tomar nuestro ejecutivo para frenar el cambio climático y reducir el consumo de energía? Así nos va.
El mundo al revés: relojes marroquíes en Suiza, ordenadores ugandeses en Japón y agua de Almería en Cataluña. ¿Que propuesta les parece más absurda?
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