jueves, 27 de marzo de 2008

¿Se deben abrir las fronteras a los inmigrantes?


Uno de los temas estrella de las pasadas elecciones generales fue el de la inmigración, más concretamente la inmigración ilegal. Uno de los partidos pedía que hubiesen más controles y que a los inmigrantes se les exigiesen posteriormente unas obligaciones para que, poco a poco, tendiesen a la plena integración dentro de la sociedad española. El otro partido los tachaba de racistas y xenófobos.

¿Por qué? Está claro que por simples motivos electoralistas. La propuesta era una de las cosas más sensatas que se han dicho últimamente sobre el problema de la inmigración. Por lo menos, esa es mi opinión. Soy partidario de no poner trabas a la inmigración, pero siempre dentro de un orden. Aquí no pueden llegar delincuentes huyendo de sus países de origen y, como no lo llevan escrito en la cara, habrá que aumentar los controles para comprobar quién quiere entrar antes de que cruce la frontera. ¿Eso es xenofobia?
Y una vez aquí, sin obligarles a renegar de sus raíces, se deberán de amoldar a las leyes y costumbres de nuestro país. ¿Se imaginan a un ciudadano occidental viviendo en un país musulmán y transgrediendo sus estrictas leyes? Yo tampoco. Al día siguiente estaría encarcelado o deportado. Aquí no tenemos que ser tan férreos pero tampoco podemos ser un país en el que nos impongan sus costumbres los extranjeros. ¿Es eso racismo?
Una vez cumplidas estas dos premisas y el gobierno haya tomado medidas para que los habitantes de nuestro país no se sientan perjudicados por la llegada de estos inmigrantes (ya saben: becas, colegios, pisos subvencionados... que acaparan estas personas debido a su inferior poder adquisitivo y que también les hacen falta a muchos españoles), que vengan los que quieran. Aquí hacen falta y ellos quieren venir.

Quiero ilustrar todo esto con un ejemplo entresacado de las páginas de elmundo.es.
Junes Dialo es un joven nigeriano de 23 años que se ha convertido en uno de los pocos inmigrantes que han logrado saltar la valla que separa Ceuta de Marruecos. Una vez aquí nos ha contado su historia.
Junes abandonó se tierra natal en 2006 después de que un ladrón entrara en su casa y matara a sus padres y a un hermano pequeño, amén de herirle a él en el costado. En ese momento, dolido, solo y sin ningún porvenir en su tierra, decidió iniciar su viaje hacia Europa. Desde su país pasó a Argelia, donde trabajó como albañil y en la agricultura para poder pagarse el resto del viaje hasta España. Tenía claro desde el primer momento que no quería ponerse en manos de las mafias que trafican con seres humanos.
Después de más de año y medio de viaje llegó a los bosques de Beliones, muy cercanos a la frontera con Ceuta. Junto con otros diez inmigrantes subsaharianos, aguantó el hambre como pudo durante varias semanas hasta que se dieran las circunstancias idóneas para poder saltar la valla. Pertrechado con unos guantes, lo intentó en la madrugada del pasado domingo junto con un compañero (del que no sabe nada). A pesar de protegerse las manos, se realizó numerosos cortes en las dobles vallas de ¡seis metros de altura!, por lo que, una vez hubo conseguido saltarla, tuvo que ser curado en el hospital civil y, una vez dado de alta, ha ingresado en el Centro de Estancia Temporal.
“Por fin lo conseguí” exclama ahora mientras espera para trasladarse a la península y encontrar un trabajo, aunque reconoce que no tiene nada claro su futuro.

¿Ustedes creen que un joven que ha pasado todas estas penurias por venir a España para encontrar una vida mejor y más próspera, va a tener problemas para adaptarse? ¿Que va a poner pegas a aprender nuestro idioma para hacerse entender? ¿Que, sin perder sus raíces, no va a querer conocer las nuestras? Con su aventura, este hombre ha demostrado que quiere labrarse un futuro en nuestro país. A gente así se le deben abrir las puertas. A los indeseables delincuentes o a los que no quieran aceptar nuestras leyes y costumbres es a los que hay que cerrarles las fronteras.

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