Por fin han pasado las dichosas elecciones generales. Como siempre, la mayoría han ganado, algunos han empatado y unos pocos han reconocido que han perdido. Nada nuevo por lo tanto.
Sin embargo, un dato me llena de preocupación. El mundo está cada vez más informatizado, la sociedad de la información avanza a pasos agigantados y aquí, en España, continuamos votando dejando un sobre dentro de una urna y sin ninguna otra opción. ¿No han oído hablar nuestros dirigentes del voto electrónico?
Si, claro que lo han oído. Pero se hacen los sordos. Más de dos millones de españoles han votado ya alguna vez en una máquina o a distancia, la mayoría de las veces en pruebas que no tenían validez legal. La tecnología está lo suficientemente madura para facilitar el voto a distancia, si no de toda la población, si de ciertos colectivos. Estoy pensando en personas con movilidad reducida, militares en el extranjero, investigadores que están fuera de España, a los 770.000 españoles que han solicitado el voto por correo ya que no podían acudir ese día al colegio electoral y, como no, al millón doscientos mil españoles residentes fuera del país.
Sin embargo, un dato me llena de preocupación. El mundo está cada vez más informatizado, la sociedad de la información avanza a pasos agigantados y aquí, en España, continuamos votando dejando un sobre dentro de una urna y sin ninguna otra opción. ¿No han oído hablar nuestros dirigentes del voto electrónico?
Si, claro que lo han oído. Pero se hacen los sordos. Más de dos millones de españoles han votado ya alguna vez en una máquina o a distancia, la mayoría de las veces en pruebas que no tenían validez legal. La tecnología está lo suficientemente madura para facilitar el voto a distancia, si no de toda la población, si de ciertos colectivos. Estoy pensando en personas con movilidad reducida, militares en el extranjero, investigadores que están fuera de España, a los 770.000 españoles que han solicitado el voto por correo ya que no podían acudir ese día al colegio electoral y, como no, al millón doscientos mil españoles residentes fuera del país.
Porque, aunque parezca una broma, el papel que se usa para unas elecciones no es poca cosa. Si usted vota en un colegio electoral en el que tienen derecho a hacerlo 1.000 personas, debe haber al menos 1.000 papeletas de todos los partidos, aunque después no se use ni una. Extrapolándolo a nivel nacional, el estado imprime 908 millones de papeletas, 1.589 toneladas de papel. ¿Saben a cuanto equivale esto? A la friolera de 22.000 árboles adultos, de 20 centímetros de diámetro y 25 metros de altura.
Y, a parte, están las que imprimen los partidos políticos y que envían unos días antes al buzón de su casa. Y que no se nos olviden los sobres blancos y sepia.
¿Existen soluciones para esto?
Claro que existen y muy variadas. La primera de ellas es emitir el voto desde un ordenador conectado a Internet a través de una conexión cifrada y segura. El problema es que se tiene que verificar la identidad del votante y el DNI electrónico aún está en mantillas. Hace seis años, el gobierno de entonces comandado por Aznar prometió que un año dispondríamos de ellos. No cumplió, pero es que han pasado seis años y continuamos casi igual. Más de un gobierno no ha cumplido, por lo tanto.
Otra solución es la de la “urna electrónica”. En este caso, el elector tiene que acudir al colegio electoral y, una vez allí, votar en una pantalla táctil.
Y otra solución, aunque todavía se gasta mucho papel, es el de informatizar el recuento. Las papeletas tendrían todos los nombres (como las del Senado) y cada persona tacharía a sus elegidos. Después las máquinas harían el recuento ayudadas por un grupo de observadores que se encargarían de decidir en caso de duda.
Experiencias de todos estos tipos ya las han tenido con resultados satisfactorios en países como Reino Unido, Francia, Estados Unidos, Estonia, Brasil, Bélgica e India.
En estas votaciones 11.000 PDA situadas en las mesas electorales se han encargado de enviar las cifras de cada mesa de participación y recuento a varios centros de recogida de datos. Hombre, algún litro de gasolina se habrá evitado, pero ¿no podríamos dar un paso más y salvar esos miles de árboles?
Modernicémonos. A ver si la próxima vez que tiramos la papeleta no tenemos que acabar con un bosque entero.
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