martes, 18 de marzo de 2008

Antidoping en el crematorio de su hijo


Los controles antidoping en el ciclismo están pasando de ser molestos y, en ocasiones, humillantes, a ser inhumanos y, en ocasiones, macabros.
El pasado lunes, el corredor belga Kevin Van Impe, primo del legendario escalador de la misma nacionalidad que ganó varios maillots de la montaña en los Tours de los años setenta y ochenta, tuvo que pasar el control en el crematorio, en pleno funeral por su hijo nacido prematuro. Ni los llantos ni la indignación del desconcertado corredor hicieron mella en unos funcionarios que no entienden de sentimientos.
Ni siquiera aceptaron retrasar durante unas horas la prueba de la orina. O era inmediato o lo consideraban como una negativa, por lo que el corredor no tuvo más opción que someterse a los análisis ya que se arriesgaba a sufrir una suspensión de dos años.
La Asociación de Ciclistas Profesionales, sus compañeros que estaban participando en la Paris-Niza e incluso el ministro flamenco de deportes, Bert Anciaux, en medio de una ola de indignación generalizada, exigieron humanizar este tipo de controles. “La ley es la ley, pero debe ser humana”, “los ciclistas son seres humanos a los que hay que respetar su dignidad”, fueron algunas de las frases que se escucharon durante la semana.

Los controles antidoping siempre han sido, y seguirán siéndolo, muy polémicos. Por una parte, queda claro que el ciclismo en particular y el deporte en general, no puede continuar con la espiral de dopaje en la que ha entrado. Durante la temporada, rara es la semana que no salta a la actualidad un caso de dopaje. Cada vez se les exige mayor dosis de espectacularidad a los deportistas y estos, en la mayoría de los casos, acuden a la ayuda de las sustancias prohibidas para alcanzar el nivel exigido. Por lo tanto, hay que extremar las medidas para salvaguardar la dignidad del deporte y la salud de los propios deportistas.
Pero el caso del ciclismo raya en la indecencia. Tienen que comunicar con tres meses de antelación dónde se encontrarán para pasar los preceptivos controles sorpresa. Si no son capaces de justificar tres ausencias , son castigados como si hubieran dado positivo, con la consiguiente pena de dos años de inhabilitación. A partir de este año, están controlados por el llamado pasaporte biológico, una tarjeta donde quedan registrados sus niveles sanguíneos y urinarios. En plena competición, son despertados a altas horas de la noche, en pleno descanso entre etapas, para pasar controles sorpresa. En este caso, el montaje es espectacular, con presencia de la policía incluida, como si fuese una redada en los clubes clandestinos de Chicago en plena Ley Seca. Y piensen que si están resfriados, no pueden tomar ni lo que el médico les receta para sus hijos, ya que les saldría positivo el control.

¿Sólo existe dopaje en el ciclismo?
Pondría la mano en el fuego para asegurar que no es así. El ciclismo es uno de los deportes más exigentes que existen y, por lo tanto, las ayudas prohibidas parece que son más comunes. Pero es seguro que el dopaje existe en otros deportes, por no decir en la mayoría de ellos. Es sospechoso que sólo se actúe en el deporte de la bicicleta y, en alguna ocasión, en el atletismo y la natación. El resto de los deportes tienen bula. ¿O quizás demasiados intereses económicos de por medio?
Hace poco salió la noticia de que se iban a hacer las primeras pruebas de controles capilares en el ciclismo. La prueba es mucho menos invasiva y, supongo, los ciclistas lo agradecerán. Cualquier cosa antes de que se repitan circunstancias como las que tuvo que pasar el pobre Van Impe.
Y lo dejaremos aquí que tampoco queremos desear nada malo a esos inhumanos funcionarios antidopaje flamencos.

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