lunes, 17 de marzo de 2008

Se divierten con los inmigrantes


No podía creérmelo cuando lo he escuchado por primera vez esta mañana. Supongo que el asombro que aún ahora me produce la noticia pronto pasará a ser un sentimiento de indignación. Tres Guardias Civiles están siendo investigados por pinchar una colchoneta en la que un inmigrante pretendía entrar por mar en la ciudad de Ceuta. El pobre senegalés no sabía nadar y se ahogó.
¿No se lo creen? A mi también me ha costado mucho asimilarlo. Les relato los hechos.

A finales del mes de septiembre del año pasado, un grupo de inmigrantes trató de colarse en nuestro país por el método del “pasador”.
¿En que consiste? Un grupo de cuatro o cinco inmigrantes ilegales montan en colchonetas “de playa” y se dejan llevar hasta la costa española por un avezado nadador y conocedor del lugar, que arrastra todas las colchonetas mediante cuerdas. El trayecto es corto, apenas doscientos metros en paralelo a la costa, y, normalmente, la travesía no es peligrosa y los inmigrantes llegan sanos y salvos a la playa ceutí de Benzú.
En numerosas ocasiones, las patrullas costeras de la Guardia Civil los interceptan. El siguiente paso debería de ser devolverlos a Marruecos por la frontera terrestre de El Tarajal o por el paso fronterizo cercano a la misma playa de Benzú.
Y aquí surge el problema; a pesar de que existe un tratado firmado bilateralmente por ambos países, las autoridades marroquíes se niegan a aceptarlos.
¿Qué hacer? Difícil solución y mucho papeleo, así que algunos Guardias Civiles (seguro que no todos son así) se toman la justicia por su mano. Una vez interceptados, los remolcan hasta aguas marroquíes, y les rajan con un cuchillo la colchoneta para que no den media vuelta y lleguen a las costas españolas dando brazadas.

Esto es lo que le ocurrió al senegalés Laucling Sonko. La desesperación por pasar la frontera le hizo montarse en una colchoneta cuando no sabía nadar. A pesar de repetírselo en tono desesperado a los tres Guardia Civiles, estos se lo tomaron a broma, se rieron de él y creyeron que se estaba sirviendo de una treta para que lo recogiesen del mar. La broma fue macabra, puesto que el hombre de 29 años se hundió en el mar. Uno de los guardias, viendo la “hazaña” que acababan de cometer, se lanzó a por él y lo rescató todavía con un hilo de vida. Los ya tres asustados agentes pidieron ayuda a la fuerza militar auxiliar de Marruecos, pero estos se la negaron alegando que en su frontera ya encontraban demasiados muertos (a saber los que serán). Vista la negativa, llamaron a una ambulancia que tardó una hora en llegar. Desgraciadamente, Sonko no llegó con vida al hospital.

¿Cómo pueden ocurrir hechos semejantes? Los culpables son muchos. Por una parte están nuestros vecinos marroquíes; desde sus autoridades que no permiten repatriar a los inmigrantes, a pesar de los convenios firmados (que nos cuestan un dineral), hasta los policías de fronteras que destacan por su falta de humanidad. Pero aquí, en nuestro país, tampoco se libran ni los políticos que nos gobiernan y que, a pesar de llenarse la boca vanagloriándose de lo bien que se llevan con los vecinos del sur, no son capaces de hacerse respetar internacionalmente, ni nuestras fuerzas de seguridad, representadas en este caso por la Guardia Civil.

¿En qué estarían pensando estos tres agentes que entre sus funciones está la de velar por la vida de sus congéneres, sean españoles o no? Es que me los imagino rajando la colchoneta como si fuesen tres vulgares gamberros de barrio y me enciendo. Es una práctica habitual y estoy seguro que si salen a interceptarlos, es para después reírse de los inmigrantes cuando tienen que llegar a nado otra vez hasta las costas marroquíes. Lo hacen simplemente por pasárselo bien.
Seguro que ahora nos dirán que todo esto es falso. Que se investigue con diligencia y, sobre todo, con mucha transparencia y si son culpables, que lo paguen. Parece ser que los pueden juzgar por homicidio por imprudencia. Les va a salir cara la diversión. Pero que no se detengan con estos tres; seguro que hay más. Para que el mundo sea mejor hay que acabar con toda esta calaña de descerebrados.

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