La ciudad de Barcelona apuesta por los pedales. Hace ya bastante tiempo, comentábamos desde este blog la iniciativa turística que se estaba llevando a cabo con los ya famosos en varias ciudades -tanto de España como a nivel mundial- Trixis. ¿Lo recuerdan? Una especie de taxi turístico para dos pasajeros en la que el conductor mueve el vehículo a base de pedales, con cierta ayuda de un motor eléctrico a la hora de arrancar.
Pues bien, en estos días se cumple el primer aniversario de otra iniciativa relacionada con el mundo de la bicicleta: el “bicing”. No es ningún deporte extraño y arriesgado. Es simplemente un servicio de alquiler de bicicletas. El usuario del servicio acude a una de las estaciones habilitadas, coge una bicicleta y se desplaza por la ciudad hasta devolverla en otra estación que pare más cerca de su lugar de destino. Simple ¿verdad?
Pues bien, en estos días se cumple el primer aniversario de otra iniciativa relacionada con el mundo de la bicicleta: el “bicing”. No es ningún deporte extraño y arriesgado. Es simplemente un servicio de alquiler de bicicletas. El usuario del servicio acude a una de las estaciones habilitadas, coge una bicicleta y se desplaza por la ciudad hasta devolverla en otra estación que pare más cerca de su lugar de destino. Simple ¿verdad?
Pues está teniendo éxito, sobre todo por dos motivos: porque convence a los partidarios de la movilidad sostenible y porque resulta mucho más económico y rápido que el transporte público y, sobre todo, que el privado.
Hasta el momento han conseguido ¡130.000 usuarios! en su primer año de vida. Se estima que cada día se apuntan unos 300 nuevos abonados. Calculan que han realizado más de seis millones de servicios y, como la media por servicio es de unos 3 kilómetros, creen que se han recorrido unos 18 millones de kilómetros. Si esa distancia la hubiese recorrido un vehículo, las emisiones de CO2 a la atmósfera hubiesen sido de 2.880 toneladas.
Las tarifas de abono son de 1 euro para el semanal o 24 euros para el anual. Cada vez que se coge una bicicleta, la primera media hora entra en el abono y, a partir de ahí, cuesta 30 céntimos hasta un máximo de dos horas por servicio. Cada bicicleta la utilizan una media de 15 usuarios diarios.
El servicio es municipal y uno de los retos del ayuntamiento es ampliar los kilómetros de carriles bici existentes, ya que apenas cuentan con 129 en toda Barcelona. El modelo ha despertado interés en varias ciudades como Londres, Chicago o Sao Paulo. Esperemos que cunda el ejemplo y se extienda rápidamente.
Sin embargo, tiene un inconveniente y es que el servicio es deficitario. Los usuarios apenas aportan el 20% del coste. El resto se tiene que financiar con los ingresos que obtiene el ayuntamiento por aparcamientos en zonas azules y verdes.
Como contribuyente, tampoco me importaría si se tuviese que financiar con mis impuestos. Los malgastan con tantas cosas que utilizarlos en un servicio de este tipo sería uno de los mejores destinos para mi dinero; ahorro de energía, menos atascos, ciudades más limpias, algo de ejercicio y ciudadanos contentos porque evitan contaminar y, encima, se ahorran un dinero. ¿Se puede pedir más? Lo malo es cuando llueve, pero ya le encontrarán una solución.
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