viernes, 14 de marzo de 2008

Quieren tener hijos sordos


Hasta ahora conocía el orgullo de ser oriundo de un país, de una ciudad, el orgullo por ser hincha de un equipo de fútbol o por pertenecer a una asociación cultural, el orgullo gay ... no sé, muchos tipos de gentes que se sienten mejores por pertenecer a un colectivo. Allá ellos. Pero el orgullo por ser sordo no lo conocía aun.
Vaya por delante mi total admiración por este grupo de gente que puede estar discapacitada físicamente pero muy capacitada mentalmente. Excepto algunos. Me explico.

Para un grupo reducido de sordos, ellos no tienen ninguna discapacidad. Defienden su atributo especial como una seña de identidad o una variedad cultural. Suelen rechazar los programas que tratan de enseñar a los sordos el lenguaje hablado utilizado en combinación con el lenguaje de signos. Lo ven como un desprecio hacia su lenguaje y se niegan a aprenderlo. Son lo que se denomina el “sector fanático” de la comunidad sorda.
¿Por qué actúan de esta forma?
Según los psicólogos, estas personas poseen una gran desconfianza con los que oyen. Ven a gente hablando pero no saben de qué hablan. De ahí a creerse que los están criticando sólo media un pequeño paso. Ojo, a todos nos pasa eso: cuando cerca de nosotros cuchichean dos personas, indefectiblemente creemos que nos están criticando. El problema de este colectivo “fanático” es que esa sensación se produce a todas horas y desemboca en paranoia.
La locura les lleva a autoexcluirse de la sociedad, a acudir a escuelas sólo para sordos, a sólo tener amigos sordos y a defender la creación de ciudades e incluso naciones para sordos.

Y llegan a conseguir todo esto (excepto, claro está, lo de la ciudad y nación), pero durante su existencia se enfrentan a un reto que no pueden controlar. Aunque saben que la sordera es hereditaria, no pueden asegurarse al cien por cien que sus hijos también serán sordos como ellos. Y aquí llega su problema; después de pasarse toda la vida renegando del lenguaje hablado se encuentran con la situación de que podrían tener un hijo que pudiese oír. O sea, un hijo que les obligaría a volver a la sociedad que han despreciado siempre.
¿Qué hacer?
Durante muchos años no tenían más remedio que esperar y cruzar los dedos para que su retoño saliese sordo, pero en la actualidad, la ciencia les ha dado otra posibilidad mucho más certera: la selección genética para obtener un niño sordo.
Es noticia estos días que una pareja británica a optado por esta selección genética, pero el hecho no es nuevo. Hace más de una década la noticia ya salió a los medios de comunicación: una pareja de lesbianas tuvieron dos hijos sordos. Buscaron un donante de semen que padeciera sordera por causa genética. De los embriones resultantes de la fecundación in vitro eligieron aquellos que sabían que tenían el gen de la sordera y desecharon el resto. Se lo implantaron a una de las mujeres y a esperar nueve meses para recibir con los brazos abiertos a un niño sordo.

¿Puede haber padres que quieran que su hijo nazca con una discapacidad?
Enfermos mentales los hay en todos los sitios y, en el colectivo de las personas sordas, está claro que no podían faltar. Son unos padres despreciables, no hay ninguna duda. Pero ellos no hacen la selección genética solos. A los médicos o científicos que les ayudaron debería caerles la cara de vergüenza. Por mucho dinero que hayan ganado. La ética profesional la perdieron hace mucho tiempo. Que les quiten la licencia.

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