Dona un riñón en vida a un desconocido.

SOLIDARIDAD. Así, con mayúsculas. No se puede denominar de otra manera el ejemplo de esta señora, Gregoria Ruiz, de 60 años, que se va a convertir en una de las primeras personas (si no la primera) en hacer donación de un riñón en vida a una persona con la que no tiene ningún vínculo familiar. Es más, en el momento de ofrecerle su órgano, ni siquiera conocía al receptor.

La noticia viene reflejada en las páginas de elmundo.es. Juan Pedro Baños nació hace 44 años con una grave enfermedad (estenosis de píloro). En dos años, la enfermedad derivó en insuficiencia renal crónica. Sus riñones aguantaron como pudieron hasta los diecinueve años, momento en que tuvo que pasar a depender de uno artificial. A los 24 recibió su primer regalo, en forma de riñón donado por su madre. Desgraciadamente, cuando cumplió los 38, ese riñón dejó de funcionar y condenó a este hombre a un tratamiento de diálisis de cuatro horas en días alternos (de esta forma viven cientos de miles de españoles).

Nuestra historia comienza el 3 de junio de 2003. Juan Pedro se encontraba en Madrid junto con un amigo, también en tratamiento de diálisis. Cuando volvieron a Murcia, decidieron adelantar a última hora su billete de tren. Gracias a eso se libraron del accidente de la estación de Chinchilla en el que murieron 19 personas. Cuando al día siguiente llamó a su amigo para comentarle lo del accidente se encontró con la desgraciada sorpresa de que su amigo había muerto durante la noche, víctima de su enfermedad. Juan Pedro se sumió en una profunda depresión y, como homenaje a su amigo, se decidió a contar su historia en un programa de radio.
Y ahí le cambió la vida. Gregoria estaba escuchando ese programa y le pasó por la cabeza que quizás ella pudiese ayudar. Sólo este pensamiento ya pone de manifiesto su altruismo. Pero el tema no es tan fácil. No todos los transplantes se pueden realizar por culpa de las incompatibilidades. Se puso en contacto con el locutor de la radio, Jesús Sancho, y éste los juntó en una comida. Desde entonces, se han sucedido las pruebas de compatibilidad (sorprendentemente favorables) y se han superado todos los trámites burocráticos (se tiene que comprobar que la donación no obedezca a extorsión o compra de órganos). El próximo jueves se realiza en Barcelona el trasplante.
Tal como comentan ahora los implicados, en un principio, a Juan Pedro le costó superar la incredulidad y se resistía a alimentar una esperanza que le parecía imposible. Hoy es una persona henchida de entusiasmo. “Me ha regalado esperanza y, pase lo que pase, eso ya lo he disfrutado en mi corazón” declara emocionado. Trini, su mujer, comenta que “tenemos un ángel aquí en la tierra”. Mientras, Gregoria nos dice que no ha sentido dudas en ningún momento desde que tomó la decisión y que su marido y sus dos hijos la apoyan totalmente. Su marido incluso ha escrito un libro “Dar amor en vida” que saldrá a la venta el próximo mes en el que relata la experiencia.

La solidaridad hacia los demás se puede ejercer de diversas formas. Pero al igual que ocurre con las donaciones dinerarias, que tienen más mérito realizarlas en vida que una vez muertos en forma de herencia (aunque bienvenidas sean todas las herencias de este tipo), las donaciones de parte de nuestro cuerpo adquieren un significado especial cuando la persona todavía goza de buena salud. Donar un órgano a un familiar necesitado es una acción extraordinaria que demuestra el amor hacia un hijo o hermano. Pero la donación a un extraño escapa a cualquier calificativo hermoso que se nos ocurra. Espero, de todo corazón, que la operación sea todo un éxito.
¡Y pensar que hay gente que se niega a realizar donaciones de sangre por temor, según ellos, a quedar infectado por la aguja! Que se miren en el ejemplo de Gregoria.