Juguetes almendrados

Nuestros antepasados decían que de las almendras, al igual que como con el cerdo, se aprovecha todo. Dejando aparte el fruto, con multitud de aplicaciones culinarias, las hojas y ramas de la poda se utilizan para fabricar abonos y la cáscara se utilizaba habitualmente para proporcionar calefacción, normalmente quemándolos en los braseros. Pero hoy en día, ya no hay casi nadie que caliente su casa de esta forma, así que la cáscara, antes muy buscada, se convierte ahora en un residuo de difícil reutilización.

Una posible solución la ha encontrado el Instituto Tecnológico del Juguete (AIJU), en colaboración con Obras Sociales de Caja Mediterráneo (CAM). El área de investigación del citado Instituto ha desarrollado un innovador proyecto que incorpora cáscara de almendra al material plástico destinado a la fabricación de juguetes. Pueden incorporar hasta un 45% de cáscara a los plásticos habituales, polietileno y pliestireno.
Este refuerzo natural asegura la posibilidad de reciclaje de los juguetes, ya que se descomponen fácilmente sin presentar ningún tipo de residuo tóxico y pueden ser eliminados por procesos de biodegradación.
Otra característica fundamental, aparte de contribuir a mejorar los problemas medioambientales, es el precio, mucho más barato que el de los compuestos plásticos.
El aspecto final de los juguetes resulta bastante similar al de la madera, pero la ventaja con respecto a ésta es que, al tener consistencia plástica, tiene una mayor flexibilidad de diseño y las empresas no tienen que modificar sus líneas de producción.

Siempre hemos defendido el aumento en la inversión en I+D+I en nuestras empresas. Sirva este ejemplo para comprobar lo provechoso que puede resultar el gastar dinero en estos menesteres; se consume menos plástico (no biodegradable y proveniente del petróleo), se le da salida a los residuos naturales producidos en cultivos mediterráneos, resulta más barato, con lo que se puede aumentar la competitividad, son biodegradables y encima tienen un aspecto de madera. (Y, parece ser, que a los asiáticos aun no se les ha ocurrido).