Uno de los personajes más controvertidos de las últimas cuatro décadas ha sido sin duda José María Ruiz Mateos. La sola mención de su nombre no deja indiferente a ningún español que haya cumplido los treinta: o están a su favor o completamente en contra. No hay término medio.
De todos es sabida su historia; emprendedor donde los haya, forjó un imperio de centenares de empresas durante los años sesenta y setenta, para, a principios de los ochenta, perderlo todo (o casi todo) a manos de una expropiación del ministro Boyer dentro del gobierno de Felipe González. Posteriormente emprendió una lucha en todas las instancias judiciales, tanto nacionales como comunitarias, para reclamar lo que él consideraba que era suyo y que le había sido robado de manera ilegal. En esta lucha hubo de todo, desde salir como representante de los españoles en el parlamento europeo, hasta vestirse de Superman y arrearle un mamporro al ex ministro Boyer. Cualquier cosa era válida para llamar la atención sobre la situación de su expropiación.
Seguramente se equivocó con su táctica, puesto que el partido en el poder, ayudado por los medios de comunicación, nos lo hizo ver como un loco y justificó de este modo la necesidad de la expropiación. Sin embargo, a su favor quedan más de dos décadas de reclamaciones que no se han plasmado apenas en juicios justos. ¿Qué no harían ustedes para llamar la atención si después de veinte años de haberles quitado su sustento aun no les hubiesen hecho caso en un juicio?
También a su favor, viéndolo con la perspectiva del tiempo que ha transcurrido, está el que las empresas que le expropiaron, ahora sabemos que fueron malvendidas a amigos, en algunos casos sudamericanos, de los gobiernos socialistas de entonces. Les hicieron enriquecer y ahora ya no existen. ¿El pueblo español ganó algo con aquella expropiación?
El imperio de Rumasa, con 65.000 trabajadores se vino abajo y desapareció. ¿Seguro?
No, no lo hizo del todo. Con el tiempo volvió a fundar otro nuevo conglomerado de empresas: Nueva Rumasa (el nombre no es muy original, no) y, a pesar de todas las zancadillas, vuelve a ser un grupo importante.
Esta pasada semana, los Ruiz Mateos, adquirieron a la multinacional Kraft Foods las tres fábricas de la empresa extremeña Carcesa ubicadas en las ciudades de Mérida, Don Benito y Montijo, en las que se producen marcas como conservas Apis y zumos Fruco.
Lo primero que han dicho al llegar, muy en su línea, ha sido reunirse con el comité de empresa y anunciarles que les iban a dar una paga extraordinaria a todos los trabajadores. ¿Populismo? Sin duda, pero que les pregunten a los trabajadores si acaso no les gusta. Estas empresas, en manos de la multinacional, habían bajado su producción de transformación de tomate un 50% en los últimos cuatro años, con la consiguiente preocupación a nivel sindical. La Nueva Rumasa ha llegado y ha prometido que esa producción se volverá a recuperar de inmediato. Buenas palabras para los trabajadores, sobre todo en una región como Extremadura donde no sobra el trabajo.
Con mucho esfuerzo y espíritu emprendedor, esta familia ha vuelto a conseguir un imperio en los sectores de la agroalimentación, vino, hoteles e inmobiliaria que da trabajo a 12.000 personas. Que les pregunten si creen que sus patronos están locos.
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