Por lo menos eso es lo que parece que piensan en las administraciones públicas. La OCU (Organización de Consumidores y Usuarios) acaba de publicar un estudio sobre el tiempo que tiene que dedicar una persona para conseguir ciertos documentos oficiales.
Hicieron el estudio sobre cuatro documentos: la solicitud de la partida de nacimiento ante 27 registros civiles, el DNI electrónico en las comisarías de 17 localidades, el certificado de empadronamiento en 18 ayuntamientos y un informe de vehículo en 16 jefaturas provinciales de tráfico.
Pues bien, para completar esta tarea hercúlea emplearon casi 60 horas, a razón de más de 45 minutos por trámite. ¿Por qué se cree la Administración que un ciudadano de a pié puede perder tres cuartos de hora, aparte del desplazamiento, para realizar un trámite tan sencillo como los descritos? Y digo bien, aparte del desplazamiento, porque si intentan realizar la gestión a través del teléfono ni el Santo Job lograría contener sus nervios: la OCU realizó 274 llamadas infructuosas, es decir, más de tres llamadas y media por trámite que se fueron al garete. La organización indica que “los trámites telefónicos con la Administración no son sencillos y, en muchos casos es imposible llegar a conseguirlo”. Para acabar de rematar la faena, en 20 ocasiones realizaron lo que ellos denominan “visitas innecesarias”, es decir, en un 25% de los casos.
¡Qué vergüenza!
¿Y por qué ocurre esto? Según la Organización, hay diversos motivos, entre los que destaca el que muchos procesos sean lentos porque son presenciales, sin que exista la posibilidad de realizarlos a través de Internet. En otras ocasiones existe falta de previsión, como es el caso de la obtención del DNI electrónico, con grandes colas para su obtención y, de forma general, a que pocos organismos se han adaptado a las nuevas tecnologías (supongo que no será por falta de presupuestos mastodónticos para la compra de equipos o de la multitud de cursos que realizan sus empleados).
Y otra de las razones, que no la dice la OCU sino que la digo yo, es la actitud general de los funcionarios. La impresión que me da cuando entro en cualquier organismo oficial (será que soy poquita cosa) es la misma que tenía cuando entraba al despacho del tutor o del director del colegio de mi niñez: una sensación de haberlo hecho todo mal y estar sumisamente dispuesto a aceptar el castigo que me mereciese.
Ahora en serio, ¿no hay forma de que la mayoría de los funcionarios sean amables y serviciales con los ciudadanos? ¿no podrían poner un poco más de ganas en la realización de su trabajo? Ya sé que les puede resultar monótono y en muchas ocasiones aburrido, pero ¿no se dan cuenta de que los que entramos en sus oficinas somos sus clientes? ¿que somos los que les pagamos sus sueldos?
De todas formas, la mejor solución sería que potenciasen la creación de oficinas virtuales y se pudiesen realizar todos los trámites desde casa; se ganaría tiempo, se ahorrarían desplazamientos, se evitarían enfados, los funcionarios no tendrían que aguantar a los “pesados” de los contribuyentes y nosotros evitaríamos contemplar sus soberbias caras. Todos saldríamos ganando.
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