Expertos y personal del ministerio de interior del Reino Unido están diseñando una base de datos que les permita almacenar las llamadas telefónicas, SMS, correos electrónicos y el tiempo que pasen en Internet los ciudadanos de ese país.
Desde el ministerio se obligará a las compañías telefónicas y a los proveedores de Internet a almacenar los datos y entregárselos y ellos los conservarán un mínimo de doce meses. Esa información podrá ser utilizada por la policía y los servicios de seguridad previa autorización de un juez.
Se calcula que en el Reino Unido se envían 3.000 millones de correos electrónicos diarios y 57.000 millones de SMS al año.
Si, finalmente, se atreven a hacer efectiva esta ley en el Reino Unido, no tengo ninguna duda de que pronto la llevarán a efecto también el resto de los países de la Comunidad Europea y, por extensión, el resto del mundo.
Desde el ministerio se obligará a las compañías telefónicas y a los proveedores de Internet a almacenar los datos y entregárselos y ellos los conservarán un mínimo de doce meses. Esa información podrá ser utilizada por la policía y los servicios de seguridad previa autorización de un juez.
Se calcula que en el Reino Unido se envían 3.000 millones de correos electrónicos diarios y 57.000 millones de SMS al año.
Si, finalmente, se atreven a hacer efectiva esta ley en el Reino Unido, no tengo ninguna duda de que pronto la llevarán a efecto también el resto de los países de la Comunidad Europea y, por extensión, el resto del mundo.
Personalmente no tengo nada que esconder, pero me importa muchísimo que mis datos y costumbres circulen por bases de datos, archivos y despachos de quien sabe qué ministerio, juzgado o comisaría de policía. ¿Qué o quién impedirá a partir de ese momento que me hagan una ficha policial en la que reflejen mis costumbres a la hora de navegar por Internet, qué correos envío y a quién o qué llamadas hago y a qué número?
Ah si, se me olvidaba, la famosa ley de protección de datos. Esa ley que no impide que los datos de millones de personas se puedan comprar por un precio módico para que después te acribillen con publicidad que no has solicitado nunca. Por cierto, ¿quién vende esas listas en las que aparecen datos que sólo los organismos oficiales conocen?
Desde luego que no me voy a sentir más seguro al saber que la policía conoce con qué bancos trabajo a través de la red y cuales son los movimientos de mi cuenta. En un principio, las fuerzas de seguridad cumplen perfectamente con su labor y no debería haber ningún problema en que sepan estos datos, pero no hace falta que les recuerde casos como el de Coslada... ¿Se puede ser más corrupto?
No quiero caer en la paranoia, pero pensemos que apenas salimos a la calle estamos siendo observados por mil ojos en forma de satélites, cámaras de circuito cerrado de oficinas bancarias u organismos oficiales, cámaras que regulan el tráfico... y últimamente hasta por las cámaras de Google si da la casualidad de que están cartografiando su ciudad. Pues bien, a partir de ya, también sin salir de casa sabrán lo que usted hace. La novela 1984 de George Orwell está a la vuelta de la esquina.
Es la manía que tienen los gobiernos de controlar a sus ciudadanos. A los honrados, claro. ¿Creen que un delincuente, sabiendo que le pueden seguir la pista, dejará su rastro en Internet para que lo puedan localizar?
Y encima, lo proponen los laboristas (partido de izquierda; vivan las libertades individuales). Un portavoz de la oposición, refiriéndose a la reciente pérdida por el gobierno del Reino Unido de datos personales de millones de ciudadanos, dijo que el nuevo plan “podría ser antes una amenaza que un apoyo a nuestra seguridad”. Y no le falta razón.
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