lunes, 2 de junio de 2008

Baja el consumo de gasóleo


Hoy nos hemos desayunado con la noticia de que el consumo de gasóleo en España ha descendido durante el mes de mayo en un 10%.
Si esta rebaja del consumo viniese provocada por un aumento de la responsabilidad de los españoles en la preservación del medio ambiente que llevase aparejado un menor uso de su vehículo particular y un aumento en el uso de los transportes públicos y de los medios de locomoción no contaminantes como la bicicleta o los desplazamientos a pie, estaríamos de enhorabuena. Pero, desgraciadamente, esto no es así. La rebaja de consumo viene dada, única y exclusivamente, por la crisis económica que nos acecha.

Los españoles nos estamos empezando a apretar el cinturón y, ya que no podemos dejar de pagar la hipoteca, cada vez más cara, nos tenemos que empezar a privar de algunos de los gastos que no son necesarios para subsistir. Así, dejamos de hacer esos pequeños viajes de fin de semana o esas pequeñas escapadas a ese pueblo de montaña donde se come tan bien. Y todo esto redunda en una disminución de consumo de carburante.
Por eso, el descenso del consumo de gasóleo no es una buena noticia, sino todo lo contrario, porque no viene dado por una concienciación ecológica, sino por un descenso del consumo en general.

No hace falta que les diga en que se transforma ese descenso del consumo. Si al parón en la construcción le sumamos que las ventas minoristas han descendido en los últimos dos meses o que las ventas de coches han bajado también casi un 25% en el último mes, el panorama no resulta muy halagüeño. Incluso uno de los sectores que todavía está aguantando es el turístico, pero ¿cuánto durará si cada vez salimos menos de casa?
Esperemos que la situación cambie a medio plazo, aunque las previsiones para después del verano son más bien catastróficas.

Está claro que no se puede vivir siempre periodos de bonanza económica y que las crisis, pequeñas o grandes, se suceden con periodicidad, pero en esta ocasión los peligros para la convivencia social en nuestro país son mucho más grandes que en crisis anteriores. Debido al crecimiento sostenido que hemos mantenido durante los últimos doce años, las personas inmigrantes se han hecho un hueco en nuestra sociedad. En buena parte, gracias a ellos se ha podido crecer tanto. Pero ahora que las cosas empiezan a ir mal, estos inmigrantes (en su mayoría empleados en sectores como la construcción o el turismo) serán los primeros en padecer las penurias de la desocupación.
Si para una persona que haya vivido siempre aquí caer en el paro es un trauma, para un inmigrante es mucho peor: llevan poco tiempo cotizando y en muchas ocasiones han trabajado en la economía sumergida, por lo tanto, las indemnizaciones y los subsidios por desempleo van a ser muy bajos.
Cuando se les acabe, ¿qué pueden hacer? Regresar a sus países de origen no es una solución viable puesto que no disponen de los medios económicos para hacerlo. A la vez, disponen de muy pocos familiares o amigos a los que acudir en caso de emergencia. Su situación se puede volver desesperada.

Esperemos que nuestro gobierno tome las medidas adecuadas (si es que toma alguna) para que la crisis sea lo más breve posible. Pero que tengan en cuenta a las capas más desfavorecidas de la población, entre ellos los millones de inmigrantes.
Porque cuando un padre ve pasar hambre a sus hijos es capaz de hacer cualquier cosa. Ayudémosles porque sino el futuro puede ser mucho peor. Y eso no queremos nadie que ocurra.

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