El Alcalde de Madrid, Alberto Ruiz Gallardón, ha propuesto, dentro del debate sobre el estado de la ciudad, varias medidas encaminadas a conseguir una mejor conciliación entre la vida laboral y familiar de los funcionarios del Ayuntamiento.
Entre ellas, destacan ampliar de 16 a 24 semanas el permiso de maternidad -hecho que supondría equiparar al Ayuntamiento de Madrid con países a la cabeza en la duración de este permiso como Gran Bretaña-, posponer las vacaciones “sin límite” a las recientes madres para que así puedan disfrutarlas tras el permiso de maternidad –con lo que podría extenderse hasta ocho meses-, duplicar el tiempo diario previsto legalmente hasta los doce meses para el permiso de lactancia y dar la posibilidad de su acumulación –las funcionarias podrían disponer de 30 días consecutivos de permiso- y la aplicación de un permiso por paternidad de cuatro semanas.
Así, de entrada, esta noticia lo primero que provoca es envidia. Sana, por supuesto, pero envidia al fin y al cabo. Si el objetivo es la mejora en la calidad de vida de los empleados y que las mujeres españolas dejen de ocupar el, poco gratificante, último lugar en tasas de fertilidad, las medidas van bien encaminadas.
Ya sé que son los organismos públicos los que tienen que empezar a aplicar estas medidas para que sirva de ejemplo y que, gradualmente, se vayan aplicando en todas las empresas del país, pero ¿resultará factible económicamente?
Ya sé que son los organismos públicos los que tienen que empezar a aplicar estas medidas para que sirva de ejemplo y que, gradualmente, se vayan aplicando en todas las empresas del país, pero ¿resultará factible económicamente?
La respuesta, en el caso del Ayuntamiento de Madrid, está claro que es afirmativa: no hay problema en pagarlo, unos impuestos de más o un punto más de endeudamiento y solucionado el tema, pero cuando entramos en la empresa privada la cosa cambia. Ese añadido a los permisos de maternidad ¿quién los pagaría? ¿El empresario? Los márgenes cada día son más escasos y unos gastos añadidos de este tipo podrían llevar a más de una empresa a pasar serios apuros económicos.
La solución al tema sería que lo pagásemos entre todos, o sea, con cargo a la Seguridad Social, pero ya sabemos que aunque ahora tenga superávit todos los años, esta situación cambiará dentro de poco debido a la presión de las remuneraciones a los jubilados. ¿Podrá soportar la Seguridad Social todos estos gastos?
Mucho me temo que no. Por lo tanto, no resultaría viable el ofrecer todas estas ventajas a la conciliación entre trabajo y familia a todas las mujeres españolas. Ya saben las consecuencias: falta de equidad y trato discriminatorio.
Soy de la opinión de que antes de ofrecer todos estos beneficios a los trabajadores, se deberían de consensuar con el resto de organismos públicos, empresarios, sindicatos y otros agentes sociales. Si las medidas se pueden aplicar al conjunto de la población; adelante con ellas, pero si no es ese el caso se deberían de guardar en un cajón en espera de una situación más favorable.
Porque prometer con el dinero ajeno es muy fácil. ¿Haría lo mismo el señor Gallardón si fuese el dueño de una empresa privada?
PD. Vamos a hablar ahora de algo “serio”. Como todos saben, la selección de fútbol española juega la final del europeo contra Alemania el próximo domingo. España puede ser una fiesta a eso de las once de la noche. Sin embargo, un nubarrón se cierne sobre el acontecimiento, Zapatero ha anunciado su presencia en Viena. Sabida es por todos su influencia negativa (“gafe” le llaman algunos) cuando acude a una final donde juegue alguna selección española (la última, la final del europeo de baloncesto). Aún estamos a tiempo de evitarlo. Zapatero no vayas. Únanse.
Porque prometer con el dinero ajeno es muy fácil. ¿Haría lo mismo el señor Gallardón si fuese el dueño de una empresa privada?
PD. Vamos a hablar ahora de algo “serio”. Como todos saben, la selección de fútbol española juega la final del europeo contra Alemania el próximo domingo. España puede ser una fiesta a eso de las once de la noche. Sin embargo, un nubarrón se cierne sobre el acontecimiento, Zapatero ha anunciado su presencia en Viena. Sabida es por todos su influencia negativa (“gafe” le llaman algunos) cuando acude a una final donde juegue alguna selección española (la última, la final del europeo de baloncesto). Aún estamos a tiempo de evitarlo. Zapatero no vayas. Únanse.
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