¡Hoy la política ha servido para algo!
Pues si, aunque parezca increíble, sus señorías se han estrujado las meninges y han sacado adelante una proposición de CiU en la comisión de Medio Ambiente, Agricultura y Pesca del Congreso, que insta al gobierno a sustituir en el plazo de tres años los 350 millones de bombillas poco eficientes que actualmente todavía iluminan los hogares españoles por otras de bajo consumo.
El diputado de CiU ha explicado que esta sustitución permitiría ahorrar más de un 3% de la electricidad total que se consume en España. Si se sustituyesen todas estas bombillas, las familias españolas conseguirían ahorrar un promedio de un 20% de su factura eléctrica.
También se han aprobado unas enmiendas de otros grupos políticos en los que se insta al gobierno a subvencionar la sustitución (cada familia debe invertir unos 250 euros en cambiar todas las bombillas de su casa) o a prever mecanismos para la gestión de residuos de las bombillas antiguas (que 350 millones son muchos millones).
Incluso ha habido un grupo político (ERC) que ha propuesto que se cree una Agencia de Ahorro y Eficiencia para gestionar el proceso y que todos los españoles puedan afrontar el reto. Desde aquí les proponemos que el dinero que tienen que emplear en esta agencia lo dediquen a subvencionar las bombillas; que ya estamos hartos de tanto comité.
Y yo me pregunto: ¿por qué este cambio no se había hecho ya?
No creo que exista todavía nadie que no sepa que estas bombillas consumen mucho menos que las incandescentes (concretamente un 80%), al igual que todos saben que son mucho más caras (sobre un 400%). La solución de la incógnita planteada es sencilla: la mayoría de la gente no las ha cambiado porque no les han sabido explicar la ventaja de gastarse ahora unos euros de más para, después, ahorrar muchos más en los recibos mensuales de electricidad. Lo que si supieron entender con el consumo de los coches diesel (gastar más dinero en la compra de un coche de este tipo para luego ahorrar en cada repostaje), no lo han hecho con las bombillas de bajo consumo.
Así que, supongo, no ha habido más remedio que prohibir las bombillas incandescentes. ¡Ya era hora! Ya estaba bien de malgastar la electricidad. Lo que ahora espero es que estas mismas iniciativas se lleven a cabo en otras parcelas, como prohibir los electrodomésticos con calificación energética por debajo de C, los depósitos de los inodoros de los WC sin reducción de caudal de descarga y, ¿por qué no? los coches que consuman de media más de 8 litros de combustible cada 100 kilómetros. Una vez puestos, ¿por qué permitir la venta de artilugios que, todos sabemos, son perjudiciales para el medio ambiente?
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