miércoles, 18 de junio de 2008

Guerra por el trabajo

La cosa no ha hecho más que empezar.
Ya hace bastantes años que habían surgido algunas voces que avisaban del problema que podría surgir. Sin embargo, dada la naturaleza del tema, la inmigración, el riesgo de decir algo contrario a las tesis progresistas imperantes conlleva el peligro de que a quien alerta de una futura situación preocupante lo tachen de racista y xenófobo.



Siempre he dicho que no deberían existir barreras contra la libre circulación de las personas y que la única razón para negarle la entrada en España a cualquiera que desease hacerlo es que ese alguien fuese un delincuente, en cuyo caso ya tendría que estar encerrado en su país de origen.
Durante varios años hemos disfrutado de una bonanza económica que ha provocado una auténtica avalancha de inmigrantes que han llegado a nuestro país para labrarse un futuro digno. Sin ellos, no tengo ninguna duda, España no hubiese podido crecer tanto como lo ha hecho en los últimos doce años. Aquí hacía falta mano de obra y ellos querían trabajar; la relación perfecta.

Sin embargo, las cosas están cambiando y, mucho más rápido de lo previsto, se está entrando en una crisis a la que no se le ve la salida. Ya saben, la pescadilla que se muerde la cola, menos consumo, menos ventas, menos trabajo, conllevan a más parados y más problemas.
Pues bien, esa gente que vino de fuera para trabajar, lo hizo, en la mayoría de los casos, en sectores que ahora están experimentando una profunda recesión como son la construcción y los servicios, sobre todo la hostelería y el comercio. Ahora empiezan a haber menos puestos de trabajo en estos sectores y los primeros en dar con sus huesos en la calle suelen ser los inmigrantes.
Como decía al principio, esto no ha hecho más que empezar. De momento, la mayoría de los nuevos parados son inmigrantes, pero la situación evolucionará negativamente y pronto serán los españoles los que también se quedarán sin trabajo.

Soy de la opinión de que la sociedad española no es especialmente xenófoba. Mientras las cosas van bien, acogemos con cariño a quien se quiere venir a vivir a nuestro país. Ahora podremos demostrar que eso también lo sabemos hacer cuando las cosas se tuercen y empiezan a ir mal. Pero mucho me temo que, al igual que en el resto de los países occidentales, no nos lo tomaremos a buenas. Cuando un españolito cualquiera se encuentre en la calle después de varios meses buscando trabajo y compruebe que un inmigrante desempeña el trabajo que a él le gustaría hacer, estoy seguro que no le parecerá correcto. Aunque el inmigrante haga el trabajo diez veces mejor que él, no se avendrá a razones y empezarán las miradas acusatorias, las manías racistas y de ahí a las persecuciones, habrá un solo paso.

¿Y los inmigrantes que caigan al pozo del paro? Su situación no será nada halagüeña. Debido a que han trabajado en sectores donde la temporalidad es muy alta y a que muchas veces han tenido que trabajar en la economía sumergida, las prestaciones por desempleo que recibirán serán cortas y de poca cantidad. Se encontrarán en el paro en un país extranjero, sin familia y con pocos amigos a los que acudir. Malas perspectivas. El estado español deberá acudir en su auxilio, con lo que volveremos a caer en el agravio comparativo con los españoles.

Están surgiendo algunas iniciativas encaminadas a que los inmigrantes que deseen puedan volver a sus países de origen. Se piensa que si el Gobierno les paga de golpe las prestaciones por desempleo, los inmigrantes podrán empezar en su país algún negocio. Otra forma de fomentar su regreso es concediéndoles un microcrédito a través de la Organización Internacional de las Migraciones (OIM) de 1.500 euros para que monten empresas en sus países.

¿Son estas las soluciones? Para algunos, posiblemente si, pero no para todos. Hacen falta ideas para atajar este problema que se nos viene encima y que muy pocos lo están viendo llegar. Reaccionemos antes de que sea tarde.

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