Parece ser que en el Congreso de Brasil se está tramitando una ley que, como mínimo, se puede catalogar como curiosa: pretenden imponer unas tasas especiales que graven algunos de los acontecimientos no cotidianos que nos ocurren a todos a lo largo de nuestras vidas.
Pero en esta ocasión, las tasas son de lo más originales: plantar árboles.
Así, para contraer matrimonio, la pareja deberá plantar diez árboles y 25 si decide divorciarse. Ya sé lo que estarán pensando: algunos plantarán frondosos bosques a lo largo de sus vidas.
También estarán gravados la compra de vehículos a razón de veinte árboles para los coches pequeños, cuarenta si son medianos y sesenta para los vehículos de lujo, así como diez árboles por la compra de una vivienda residencial y veinte por un predio comercial.
Según los cálculos preliminares, a raíz de estas tasas se plantarían anualmente más de cien millones de árboles.
La idea no está nada mal. Personalmente, prefiero mil veces este tipo de tasa a los típicos impuestos con que nos masacran nuestros gobernantes.
Me gusta mucho más la idea de saber que las cuatro ruedas sobre las que voy por la carretera han provocado que existan cuarenta árboles más que tener que pagar un aumento del IVA por el mal llamado impuesto ecológico, que a saber a qué bolsillo agradecido va a parar.
Comprendería que también se aplicase a la compra de otros productos consumidores natos de energía como calefacciones, aparatos de aire acondicionado o televisores. Ahora bien, ¿qué tiene que ver casarse o divorciarse para tener que pagar un impuesto ecológico? Si alguien me puede sacar de la duda, quedo a su entera disposición.
De todas formas, aún reconociendo la utilidad de estas medidas (sobre todo por la parte de concienciación que conllevan), creo que lo verdaderamente importante para preservar el medio ambiente en un país como Brasil pasaría por evitar a toda costa la deforestación del Amazonas. De poco sirve plantar cien millones de árboles si cada año se cargan mil. Resarcimiento económico y penas de prisión para quienes lo provocan y para quienes lo permiten. Esa también sería una buena medida ecológica.
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