El otro día me encontré con un viejo amigo al ir a depositar unos trastos viejos en el ecoparque. Como él es de una población cercana, a unos quince kilómetros de aquí, le pregunté por el motivo que lo traía por el ecoparque de nuestra ciudad. La contestación me dejó de piedra: tenía dos tubos fluorescentes que tirar y en este ecoparque había un contenedor específico para ello. En cambio, en el de su población los tenía que dejar en un rincón y era el encargado el que los tiraba en el camión cuando iba a recoger ese tipo de residuos. ¡Y mi amigo no se fiaba de que el encargado lo hiciese bien!
O sea, había hecho quince kilómetros de ida y otros quince de vuelta para deshacerse correctamente de dos tubos fluorescentes, cuando lo podía haber hecho a unos pocos metros de su casa. Aparte del consumo de gasolina (se ve que este tipo de contaminación no le importa), lo que le ocurre a mi amigo (y él no lo sabe todavía) es que tiene un trastorno obsesivo y sicótico con el tema de la recogida selectiva de basuras.
O sea, había hecho quince kilómetros de ida y otros quince de vuelta para deshacerse correctamente de dos tubos fluorescentes, cuando lo podía haber hecho a unos pocos metros de su casa. Aparte del consumo de gasolina (se ve que este tipo de contaminación no le importa), lo que le ocurre a mi amigo (y él no lo sabe todavía) es que tiene un trastorno obsesivo y sicótico con el tema de la recogida selectiva de basuras.
Los sicólogos ya le han encontrado explicación al tema: “antes las preocupaciones eran de carácter místico y religioso y, ahora con el tema del cambio climático, se desarrollarán casos esquizofrénicos en los que el paciente se creerá el elegido para transmitir un mensaje social que evite el fin del mundo. Es como si la problemática medioambiental se transformase, mediante la preocupación moral colectiva, en una forma de religión”. ¡Estamos apañados!
Siempre hemos defendido desde este blog que la conservación del medio ambiente es un tema muy serio. Tenemos que proteger el planeta porque sino, al final, provocaremos el mayor suicidio colectivo de la historia, pero algunos interesados están consiguiendo que la ecología se transforme en una religión; en una religión radical de tipo inquisitorial como la cristiana en la edad media o la actual extremista musulmana.
Para que se obtengan buenos resultados hay que educar a la gente en temas medioambientales porque si se sigue la senda catastrofista que predican algunos, como Al Gore, lo único que se conseguirá será inculcar fobias y esquizofrenias a la sociedad.
Aunque, a lo mejor, es eso lo que persiguen para poder enriquecerse, ¿no?
1 comentario:
La verdad es que tienes razón en lo que dices. Hacia tiempo que no leía una verdad tan grande. Pero yo pienso que es bueno echar un vistazo de vez en cuando a lo que ingerimos y a lo que nos ponemos encima, aunque sin pasarse.
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