A raíz de la primera crisis del petróleo, a mediados de los años setenta, se pronosticó que las existencias del llamado “oro negro” se acabarían a principios de este siglo. Pocos podían imaginar entonces que pasados casi cuarenta años, a pesar de haber cuadruplicado su consumo, no ya sólo no se hayan terminado las existencias, sino que ya ni siquiera se atrevan a poner una fecha probable del agotamiento del preciado líquido.
¿Por qué se produjo este error de apreciación?
Indudablemente porque fallaron en sus cálculos de existencias. Y fallaron porque con los medios de que disponían por aquellas fechas no podían acertar ni de lejos en sus previsiones. Y tampoco podían imaginar que la tecnología evolucionaría en estos años de tal forma que cuando entonces sólo se podía horadar la tierra unos pocos metros bajo la superficie marina, ahora se pueda llegar a varios miles, por poner un ejemplo.
La tecnología es la que hace cambiar al mundo y a su historia y es muy difícil prever lo que ocurrirá en el futuro sin saber los adelantos técnicos que se producirán hasta entonces.
La tecnología es la que hace cambiar al mundo y a su historia y es muy difícil prever lo que ocurrirá en el futuro sin saber los adelantos técnicos que se producirán hasta entonces.
Viene todo esto a colación de una noticia proveniente de Estados Unidos que nos ha dejado, como mínimo, sorprendidos: científicos de aquel país han logrado alterar genéticamente una bacteria para que coma residuos agrícolas y, posteriormente, defequen este alimento convertido en petróleo. ¡Ostras!
El funcionamiento para conseguir este “petróleo renovable” es esencialmente el mismo que en la utilización de la bacteria natural a la hora de producir etanol. Pero, en este caso, mejor, ya que para producir etanol se necesita el uso de mucha energía en el proceso final y, en el caso que nos ocupa, los excrementos no necesitan prácticamente de ninguna transformación para poder ser utilizados.
Los científicos estiman que, una vez alcanzada la producción a nivel industrial, el barril de este combustible probablemente alcanzaría los cincuenta dólares. Sin embargo, están preocupados sobre cómo alcanzar esa producción y, sobre todo, por la distribución comercial de ese petróleo. ¡Preocúpense de que funcione y olvídense de la distribución! Si el producto tiene las características que nos aseguran se lo quitarán de las manos.
Cuando hablamos de los avances tecnológicos, siempre me viene a la memoria la preocupación que tenían los habitantes de las grandes ciudades a principios del siglo XX. Veían con alarmismo que los coches de caballos (el transporte de aquella época) aumentaban sin parar y vaticinaron que en pocos años no se podría circular por las calles debido a las cantidades ingentes de excrementos de caballo que las poblarían. Dentro de un siglo, quizá los humanos recuerden con una sonrisa en el rostro las preocupaciones que tenían sus antepasados a principios del siglo XXI relacionadas con la escasez de petróleo.
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