jueves, 4 de septiembre de 2008

Caña de azúcar: el mejor sustituto del petróleo

Ya es sabido que existen varios cultivos vegetales que, una vez procesados, pueden sustituir a los combustibles fósiles para la obtención de la energía. Entre todos ellos destacan el maíz, el trigo, la remolacha o la caña de azúcar.

Sin embargo, lo que hasta hace sólo un año era considerado el sustituto idóneo al petróleo, en unos pocos meses ha caído en desgracia y, hoy en día, se le hecha la culpa a los biocombustibles de la escasez de alimentos en el mundo y de la subida desmesurada que estos han sufrido.
Sin entrar a considerar si esta escasez y la consiguiente subida de precios viene exclusivamente dada por la proliferación de los biocarburantes (no hay que olvidar las malas cosechas, las políticas proteccionistas y la especulación que provoca que los precios suban), es interesante analizar un reciente estudio del Banco Mundial sobre los precios de los alimentos. En él nos indican que desde el año 2006, el aumento medio de los precios del maíz y el trigo ha sido del 83%. Sin embargo, y en el mismo periodo, el precio de la caña de azúcar no ha variado.

¿Por qué se da esta circunstancia?
Resumiéndolo mucho, la respuesta es que la producción de caña de azúcar está mucho mejor enfocada hacia la producción de biocombustibles que la del resto de cereales. Y eso se ha conseguido con el tiempo. Si el maíz y el trigo hace poco tiempo que se usan para la producción de energía, en el caso de la caña de azúcar, y sobre todo en Brasil, hace muchísimo tiempo que se emplea.


El caso de Brasil es digno de mencionar. El 45% de los carburantes que se utilizan en el país se obtienen de la caña de azúcar y eso que sólo utilizan un 1% de la superficie cultivable de la que disponen. La cosecha no cesa durante los doce meses del año, ya que se cultivan diversas variedades que se adaptan tanto a las épocas secas como a las de lluvias. Aparte, del procesado de la caña también se obtiene el edulcorante que utilizan algunas compañías para endulzar sus refrescos, como es el caso de la Coca Cola y la viñaza, un residuo de la caña con el que se produce electricidad suficiente para cubrir la demanda de más de cinco millones de brasileños.

Pero también la caña de azúcar tiene otra ventaja fundamental sobre otro tipo de biocarburantes. Si el trigo o el maíz generan un 30% menos de carbono que la gasolina y la remolacha eleva este porcentaje hasta el 45% de reducción, el bioetanol producido a partir de caña de azúcar emite un 85% menos de CO2 que las gasolinas procedentes del petróleo.
Países como Suecia han apostado por este biocombustibles y, por ley, lo mezclan con gasolina en una proporción de un 20%. Para asegurarse de que dicho combustible procede de cultivos sostenibles y de que no contribuye a la deforestación, exige a las empresas productoras un certificado ambiental que verifica después un organismo independiente sueco.


Visto todo lo escrito, ¿le encuentran algún problema a la utilización de biocombustibles, en este caso procedentes del azúcar de caña?
Que no nos engañen. La mala fama que han cosechado en el último año los biocombustibles es artificial. La cantidad de cereales que se destina a la producción de biocombustibles no pueden alterar, ni de lejos, los precios de los alimentos.

¿Quiénes creen que están más interesados en conseguir que los biocombustibles no triunfen? Personalmente no tengo ninguna duda: los países productores de petróleo y las grandes multinacionales petrolíferas. Yo empezaría a buscar por ahí a los culpables.

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