martes, 23 de septiembre de 2008

Famosos "ecológicos"


Siempre he admirado el movimiento ecologista. Estoy más que convencido que sin ellos, nuestro planeta sería ahora mucho menos habitable de lo que, por desgracia, ya es. Y, dentro del ecologismo, a los que más admiro son a los que luchan por una causa de las llamadas “pequeñas”: evitar la contaminación de un lago, salvar de la quema un pequeño bosque, proteger de la extinción a una colonia de aves o luchar porque una fábrica deje de ensuciar el aire.


Sin embargo, recelo de los que sólo persiguen grandes objetivos como el tan traído tema del calentamiento global o el agujero de la capa de ozono: Reconozco que son temas sumamente importantes, pero no me acabo de fiar de que todos los que estén metidos en estas causas lo hagan por motivos “ecológicos”. Sospecho que detrás de esas inmensas (y costosísimas) campañas de concienciación, existen muchos intereses económicos escondidos. Ya saben, lo que es bueno para unos es perjudicial para otros: las centrales nucleares no producen CO2 o los residuos nucleares son un peligro; los biocarburantes contaminan menos que el petróleo o los biocarburantes provocan el hambre en el mundo, los molinos de viento son ecológicos o destrozan la fauna y el paisaje de una zona... Siempre hay intereses económicos de por medio. No se, llámenme escéptico, pero lo pienso así.


Y tengo que reconocer que hay dos tipos de ecologistas que no soporto: los radicales y los ricos y famosos. Los primeros, ya saben, esos que se oponen a cualquier tipo de progreso, ya sea la construcción de una carretera, de una fábrica o de un hotel en plena naturaleza. Aunque no provoquen ningún daño. Ya lo he dicho en alguna ocasión: del aire, por muy puro que sea, no se puede vivir.
Pero vamos a fijarnos en los otros, en los ricos y famosos. No se fíen nunca de ellos, sólo buscan publicitarse. Viven de ello.
Antes, cualquier famoso que se preciara debía ser un excéntrico; ahora lo que vende es ser solidario y, sobre todo, ecológico.

Todos conocemos al paladín del cambio climático, Al Gore. Nos asusta desde su tribuna, pero, ¿saben que en su mansión gasta más electricidad en un mes que una familia pudiente norteamericana en todo un año? ¿O que al desplazarse a lo largo del mundo para dar sus lucrativas conferencias, nunca utiliza los aviones comerciales sino su jet privado?

Vamos con otra famosa, Barbra Streisand. Si visitamos su página web veremos todo tipo de recomendaciones sobre cómo ahorrar energía, ya sea calefacción, aire acondicionado, bombillas o el lavaplatos. Pero, ¿ella cumple con sus recomendaciones? Para su última actuación en Gran Bretaña, la artista se desplazó en jet privado, necesitó 13 traileres para llevar todo tipo de atrezzos y usó 120 toallas en sus camerinos. Todo para una sola actuación. Si en público tiene esta conducta, ¿en su casa seguirá sus recomendaciones “ecológicas”?
Otro “activista” que sólo coge jets privados es Leonardo di Caprio. Mucha ecología cuando pasea por la alfombra roja pero después...


Esto de los jets privados lo resume claramente la productora de televisión Laurie David, conocida activista del calentamiento global. Preguntada por su afición a no usar vuelos comerciales contestó que ella no era perfecta. ¿Saben lo que contamina un jet privado? Más que usted o que yo en toda nuestra vida.
¿Y qué me dicen de Sheryl Crow que quiere que se imponga un racionamiento a todo el mundo en el uso del papel higiénico? No se donde iremos a parar: hasta para ir al baño tendremos que pedir permiso a los “famosos ecologistas”.

La lista es interminable, pero la completaremos con un político norteamericano, famosos por “desvivirse” por el movimiento ecológico: Robert Kennedy, cabeza visible de dos organizaciones ecologistas, que se ha negado recientemente a la instalación de molinos de viento cerca de su mansión en Hyannis Port.
Huyamos de estos “ecologistas de salón”; cualquiera de ellos contamina más que toda su comunidad de vecinos junta.


Y defendamos y apoyemos con todas nuestras fuerzas a esos grupos ecologistas de los que hablábamos al principio, que luchan día tras día por esas pequeñas causas: desde poner en peligro sus vidas por salvar a un polluelo de águila hasta sacrificar sus fines de semana replantando una pequeña arboleda. Estos si que conseguirán que el mundo en el futuro no sea peor.

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