martes, 13 de noviembre de 2007

ARBOLES ARTIFICIALES DEVORADORES DE CO2


Una empresa de la provincia de Castellón ha desarrollado un “árbol artificial” que, con un proceso químico de purificación fotosintética, permite eliminar el CO2 de la atmósfera.
El funcionamiento se basa en el mismo proceso que llevan a cabo las plantas y los árboles, es decir, la absorción de dióxido de carbono de la atmósfera y mediante procesos de filtración logran fijar el CO2 y depuran el aire.
El arbolito se puede instalar en cualquier calle o plaza pública, integrándose en el paisaje urbano y mejorando el aire que respiran los ciudadanos.
En el desarrollo del proyecto también han intervenido científicos de la Universidad Jaume I de Castellón.
No sé si el invento tendrá éxito. De momento es un proyecto y desconozco la capacidad de depuración de aire que tendrá. No me gustaría, pero supongo que cuando se lleve a cabo dirán que el proyecto es inviable económicamente, aunque creo que es un buen punto de partida.
Divagando un poco se me ocurre pensar que, si existen fábricas que producen millones de toneladas de CO2 ¿por qué no existen fábricas que lo eliminen?
El proceso de acumulación de CO2 en la atmósfera se debe de atacar desde diversos puntos simultáneamente: ahorrando energía, descubriendo y utilizando energías renovables, aumentando las superficies arbóreas del planeta y, ¿por qué no? destruyendo artificialmente dióxido de carbono.
Los científicos deben de ponerse manos a la obra. De sus descubrimientos depende el futuro desarrollo de la humanidad. Déjense de dar conferencias asustando con el cambio climático y salven de verdad el planeta.
Ah, ¿qué es más rentable dar conferencias y seminarios? ¿Qué de la ciencia sólo pueden vivir los científicos que descubren algo verdaderamente importante? Pues en eso se diferencian los buenos de los mediocres. En la ciencia y en cualquier otro campo de la vida.

- ¿Sabes cual era una de las preocupaciones de principios del siglo XX?
- No tengo ni idea, Don Graciano.
- Pues era lo sucias que estaban las calles por los excrementos de los caballos. Cada vez había más gente pudiente que podía comprarse un animal para desplazarse. Los científicos de la época pronosticaron que a finales del siglo las calles serían intransitables.
- Cómo cambian los tiempos, Don Graciano.

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