jueves, 29 de noviembre de 2007

EL HEROE DEPORTADO


Recojo una noticia aparecida en la agencia EFE a través de El Mundo que seguro que ya sabrán de ella pero que no me resisto a comentar.
El señor Córdova es un ciudadano mexicano de veintiséis años, residente en una población cercana a Sonora y padre de cuatro hijos.
Acuciado por sus obligaciones como padre, este señor se decidió a cruzar la frontera con Estados Unidos para buscar una mejor oportunidad de vida. La cruzó y después de dos días caminando por el desierto de Arizona y cuando “sólo” le quedaban ocho horas a pié para llegar a la ciudad de Tucson encontró lo que, posiblemente, le cambiará la vida. Un vehículo se había salido de la carretera y había caído por un barranco. El inmigrante mexicano se encontró vagando por el desierto, cerca del coche, a un niño de nueve años acompañado de un perro. Su madre había quedado dentro del coche y ya no se podía hacer nada por ella, así que el señor Córdova decidió permanecer junto al niño y protegerlo del frío, puesto que el niño iba con pantalón corto, encendiendo una fogata.
Visto así no parece nada del otro mundo, pero el inmigrante mexicano había entrado ilegalmente en el país. Se estaba jugando que lo deportaran.
Se quedó con el niño cerca de un día hasta que llegó un grupo de cazadores que fueron los que avisaron a las autoridades. Al pequeño Christopher lo recogió una ambulancia y al señor Córdova se lo llevó la Patrulla Fronteriza de EEUU y, efectivamente, lo deportaron a su país de origen.
“Sólo hice lo que me salió del corazón. A mi me gustaría que si algún día mis hijos están en una situación similar, alguien trate de ayudarlos. Mucha gente me dice que soy un héroe pero yo no me siento como uno” comentó el inmigrante.
También se pregunta: “¿cuánta gente hubiese hecho lo mismo en mi lugar?”

Existe la creencia en todo el mundo de que los inmigrantes llegan a nuestros países para traernos todo tipo de desastres. Se les culpa de todo, desde que nos roban nuestros trabajos, pasando porque se llevan todas las subvenciones y llegando a culparles de todo tipo de delitos, desde robos a asesinatos. Indudablemente, cualquier masa de gente lleva mezclada todo tipo de personas, incluido un porcentaje de “gentes de malvivir”. Pero este tipo de gente es ilegal, tanto en sus países de origen como en los países de acogida y lo que deberían es estar encerrados pagando sus culpas.
El resto de la gente, o sea, la inmensa mayoría, son mujeres y hombres de buen corazón, como muy bien ha demostrado el señor Córdova, que, no pudiéndoles dar un futuro digno a sus hijos, deciden emigrar para buscar una vida mejor. ¿Alguien abandonaría su casa, su familia, sus amigos, sus costumbres o su idioma si no tuviese verdadera necesidad de hacerlo?
¿Qué nos parecen raros? Claro. ¿Qué no les entendemos cuando hablan? Por supuesto. ¿Qué tienen costumbres diferentes? Faltaría más. Nuestra labor es ayudarles a que se integren y puedan vivir entre nosotros, conservando sus orígenes pero adaptándose a nuestras leyes y costumbres. No deportándolos como han hecho con este mexicano. ¡Pero si ya había demostrado que era buena persona!
Con el tiempo nos ayudarán. Y con más tiempo, no podremos vivir sin ellos.

- ¿Es verdad que a nuestro vecino nigeriano lo han ascendido en tu empresa?
- Así es. Nos ha salvado de una difícil situación.
- Explícamelo, Paco.
- Pues en un principio lo contrataron sólo para hacer unas horas. Como él es ingeniero de profesión y viendo que las cosas iban mal en la empresa, desarrolló un nuevo tratamiento para los tejidos. Ahora no producimos bastante.
- Para que luego digan.

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